Docentes, expertos, personas con necesidades educativas especiales y familiares analizarán hoy la situación de este colectivo y los retos a los que se enfrentan en las IV Jornadas de Inclusión Educativa de la Federación Olívica de Anpas (Foanpas). Persiguen construir una misma escuela para todos.

El de alumnos con Necesidades Específicas de Apoyo Educativo (NEAE) es un colectivo heterogéneo, que comprende a aquellos que sufren desde discapacidades psíquicas, físicas, sensoriales o intelectuales, hasta problemas de conducta. También requieren apoyo especial aquellos con dificultades de aprendizaje -como el trastorno por déficit de atención-, los que tienen altas capacidades intelectuales, los que se han incorporado tarde a la educación o los que sufren otros factores sociales. "Es un colectivo muy grande porque no está muy clarificado", explica José Raposeiras, integrante del Equipo de Orientación Específica (EOE) de la jefatura territorial de Educación en Pontevedra.

Este catedrático de orientación educativa atestigua que "se está haciendo un cambio considerable en atención a la diversidad", entre otras cuestiones, porque "hoy la sociedad es muy diversa". Aunque admite que puede que "no siempre sea suficiente", asegura que la Administración hace un gran esfuerzo por dotar de más recursos a los profesores. Más allá de los docentes especializados que necesitan algunos alumnos, destaca que hay otros que "pueden ser atendidos por profesionales ordinarios con disponibilidad horaria o grupos más reducidos". Para conseguir el reto de la inclusión, subraya que tiene que implicarse todo el entorno del alumno, tanto el colegio como la familia. Raposeiras hablará de la transición al mundo laboral. "Si la sociedad cree en la integración, tiene que apostar por iniciativas de inserción laboral. Todos somos responsables", advierte.

María José Cruz, presidenta la Asociación de personas sordas de Vigo desde hace dos meses, hablará en primera persona. Hace 41 años, nació oyendo, pero una meningitis le arrebató esta capacidad al año y medio. A ella le tocó abrir muchos caminos. Fue la primera persona sorda en conseguir el graduado escolar en Vigo. Tuvo que reclamarlo, porque le dieron un certificado de escolaridad, a pesar de haber cursado lo mismo y con los mismos libros que los oyentes. Lo hizo en el Escultor Acuña, un colegio de integración, donde ingresó a los 11 años y donde empezó a estudiar lengua de signos. Antes, había pasado por unos profesores de infantil que no sabían cómo atenderla y por una clase provisional creada en un comedor de un colegio en Balaídos, con otros cuatro chicos sordos.

Su ilusión era ser auxiliar administrativo. "Los profesores, que no tenían ni idea, me dijeron que lo iba a tener muy difícil. Les dije que era una luchadora y que lo iba a hacer", recuerda. Consiguió el grado y se lo fue a enseñar. Tras completar hasta tercero de Formación Profesional en A Coruña, cursó cuarto en Teis, pero se encontró que allí no tenía ningún apoyo. Sus padres escribieron al, por aquel entonces, presidente de la Xunta, Manuel Fraga, pero este les respondió que nada podía hacer si era una alumna sola con esa necesidad. "Las personas sordas sí tenemos capacidad, pero muchas veces no nos dan los recursos necesarios", lamenta.

Ve que la situación está "mucho mejor" ahora, porque en los colegios hay intérpretes y profesores que saben la lengua de signos, pero resalta que "aún hay cosas que se pueden mejorar". Ahora vive la experiencia como madre de un niño de 9 años oyente. A veces renuncia a llevarlo con ella al banco, al médico o a otros sitios, porque la gente lo usa como intérprete. "Es por comodidad, no piensan que es un niño, no quiero que caiga en él el peso de la comunicación de dos personas adultas". Anima al resto de personas sordas a hacer lo que deseen. "Que no oiga no es un impedimento. Lo que tengo que decir, lo digo. No me callo ni debajo del agua".