Olvidarse de la primera maestra que hemos tenido es complicado. Siempre será aquella persona especial que puso la primera piedra de lo que ahora somos. Nos ayudó con los problemas y también nos riñó en los berrinches caprichosos.

Nuestros primeros profesores son únicos y más si han dado clase a múltiples generaciones de una misma parroquia, como es el caso de Pilar Rodríguez Domínguez, la 'maestra' de Alcabre. "Siempre estaremos en deuda con ella. Toda la parroquia la llora, era para nosotros una pieza clave", destacan vecinos y ex alumnos de esta vilagarciana destinada en 1934 como profesora a la escuela de niñas de la parroquia viguesa, quien fallecía el lunes a los 103 años de edad.

La Iglesia de Santa Eulalia se llenó de familiares, amigos y conocidos que quisieron darle el último adiós a la encargada de enseñar y educar a pasadas generaciones. "Quien más y quien menos pasó por las manos de Pilar, ¡y qué afortunados fueron!. Era una estupenda maestra y una gran persona, no habrá otra como ella", recuerda, con tristeza pero también alegría Felicitas García, con quien compartió patio y acera durante más de 50 años.

En los últimos tiempos vio reducida su movilidad a una silla de ruedas, pero eso nunca fue un impedimento para salir en ayuda de sus vecinos. "En Alcabre todos la conocíamos, y cuando alguien necesitaba ayuda siempre llamaba a la 'maestra'. Recuerdo hace unos años una señora que se estaba muriendo, muy malita ella, y pidió llamar a Pilar para despedirse. Era una persona increíble, maestra en las aulas y en la vida", añade esta vecina.

Dejar Alcabre fue una de las situaciones más duras que vivió, aunque no comparable a la pérdida de su hijo Félix. "También era profesor como su madre, dio clases particulares a mi hijo, toda la familia era encantadora", añade Felicitas García.

Esta admiración y cariño por Pilar Rodríguez se tradujo en una serie de homenajes que culminaron en la denominación de un parque en Alcabre con su nombre. "Yo llevo poco tiempo en esta parroquia sin embargo de ella escuché mil historias, y eso que hace años que no vive por aquí. Sus ex alumnas la querían mucho y por eso le hacían cenas y muchos homenajes", recuerda el párroco de la Iglesia de Santa Eulalia.

Para quien el recuerdo de esta maestra no se apagará nunca es su familia. Jesús Manuel, uno de sus hijos, reconocía sentirse "feliz y orgulloso" de todas las muestras de cariño que recibió su madre. "Estamos tristes, claro, pero felices al ver que la quería mucha gente. Yo de pequeño tenía celos, ella era madre y maestra al 50-50", relata Manuel.

Las aulas se despidieron de esta maestra hace tiempo y ahora es la parroquia entera la que le da su último adiós. "La conocimos de jovencita y se nos fue con todo bien vivido. Nunca la vamos a olvidar".