Carlos Prego | Vigo

El Casco Vello revivió ayer su gesta más heroica entre olor a pólvora, el estruendo de trabucos y fusiles, vítores y gritos de "¡Fuera franceses... Que no quede ni uno!" Durante algo más de dos horas el barrio histórico dio un salto a comienzos del siglo XIX y volvió a ser el escenario de la sublevación popular que, el 28 de marzo de 1809, expulsó de la villa olívica a las tropas de Napoléon Bonaparte. Por sus calles volvieron a caminar héroes ligados a la historia local, como Cachamuíña, Carolo o Aurora; y volvieron a escenificarse también las peleas y batallas que le valieron a Vigo el título de "Muy leal y valerosa" que sigue luciendo, con orgullo, más de dos siglos después. La representación organizada por la Asociación de Veciños do Casco Vello y que cuenta con cerca de 300 actores y figurantes pudo celebrarse pese al parte meteorológico -la lluvia, que cayó en abundancia apenas 20 minutos antes, respetó la actuación- y atrajo, como cada año, a miles de personas que se apiñaban desde Praza da Constitución hasta A Laxe para recordar la hazaña de principios del siglo XXI. El presidente de la asociación vecinal, José Manuel Veiga, destaca que la cita "ha sido todo un éxito".

La gesta arrancó puntual a las seis de la tarde en Praza da Princesa. Entre los abucheos de centenares de vigueses y bajo la mirada atenta del alcalde Francisco Javier Vázquez Varela -que seguía la escena desde el balcón del antiguo ayuntamiento- las tropas napoleónicas irrumpieron en la villa. Al frente desfilaba el comandante Jacques Antoine Chalot. "Tomo posesión de la plaza de Vigo; nuestra bandera es el símbolo de la revolución... ¡¡Liberté, égalité, fraternité!!", gritó el gabacho. Sus proclamas no amilanaron a Vázquez Varela: "Calma, no pasa nada" -pidió a los vigueses- "No podemos admitir la ocupación; para defendernos solo tenemos la Milicia Voluntaria, pero les pedimos a los franceses que no molesten a nuestros vecinos".

Las palabras de Varela no impidieron a los galos tomar la ciudad. De inmediato salió a escena una de las protagonista de la historia, Aurora. Alzando la voz, la heroína arengó a las mujeres: "¡Despertad! ¿Vamos a dejar que nuestros hijos pasen hambre? Dejad la cocina y las huertas y echad a los franceses". Y, con un discurso cargado de significado dos siglos después, zanjó: "No dejéis que os maltraten, denuciadlos". La determinación de Aurora enfureció a los galos, quienes la la recluyeron en una jaula.

La historia avanzó gracias a la narración del trovador Tino Baz. Acompañado de su acordeón el cronista relató los abusos de la soldadesca de Bonaparte y las escaramuzas con los vecinos. El episodio decisivo, que prendió la mecha de la sublevación popular, se vivió sin embargo a raíz de una riña en la taberna de Xosefa de Rial. Tras una disputa, un grupo de gabachos ebrios mató a tiros a tres vecinos de la villa -Xaquín da Silva, Diego Salgado y Xoan Antonio Salgado, este último chocolatero-, lo que desató una oleada de indignación. Los milicianos apresan a los napoleónicos y, a cambio de su liberación, Vázquez Varela exige a Chalot la liberación de Aurora y que se indemnizara a las familias de los tres vecinos asesinados con 300 napoleones.

La situación en la villa era ya insostenible. Indignados, los vigueses despidieron a las tropas galas arrojándoles berzas y entre gritos. En ese punto decisivo de la gesta toman protagonismo los otros dos grandes héroes de la Reconquista: Carolo, un intrépido marinero de O Berbés; y el coronel Bernardo González del Valle, quien pervive en los anales de la historia viguesa con el apodo de Cachamuíña. Junto con el teniente Juan Bautista Almeida estos tres valientes tomaron parte destacada en la batalla y en especial en su episodio más emocionante: el de Porta da Gamboa.

Las milicias populares, con vecinos llegados de diferentes puntos de la comarca, como Candeán, Matamá, Valadares, Alcabre, Tui... se lanzaron contra las defensas francesas, defendidas a duras penas por los soldados de Napoleón. En el momento decisivo Carolo toma un hacha y se lanza contra Porta da Gamboa sin importarle los soldados franceses que le apuntan. Mientras arremete con furia, una bala fatal le alcanza y acaba con su vida. Otro valiente, Cachamuiña, le toma sin embargo el relevo y continúa su hazaña arropado por las mujeres y los hombres de las milicias. A los pocos minutos la puerta cae y los soldados son expulsados.

Ya derrotados, las tropas gabachas desfilaron hasta el puerto, donde les esperaba el escocés George McKinley para leer las condiciones de la rendición. En el documento -de ocho puntos- destaca la obligación de "respetar a los ciudadanos de Vigo", dejar sus armas y desembarcar en un puerto inglés, a donde navegarían a bordo de los veleros Venus y Libely. Heridos y con magulladuras visibles, los galos embarcaron y abandonaron la ría entre gritos de "¡que no quede ninguno!" y el retumbar de gaitas. Este año, por primera vez, embarcaron desde los muelles de A Laxe.