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El práctico polaco de Vigo, único extranjero en un puerto español

"Con 15 años quedé fascinado al ver un velero navegando por un lago: vi la puerta hacia un mundo abierto, la libertad total", relata

Przemyslaw Piotr Zaboj posa delante de los barcos de los prácticos amarrados en A Laxe. // A.O.

Su nombre, Przemyslaw Piotr, y apellido, Zaboj, revelan su origen extranjero. Quienes ya lo conocen en Vigo desistieron desde el primer día en llamarlo como figura en su pasaporte para bautizarlo "Pedro" o "Peter". Y él, "encantado". El nuevo práctico del Puerto de Vigo nació hace 43 años en Nowa Ruda, una pequeña población de la Polonia. interior. "Está en las montañas, así que allí no hay mar, y nadie de mi familia tiene vinculación marítima. Mi padre era minero y mi hermano también", incide orgulloso de sus orígenes.

Contaba siete años cuando en un viaje de vacaciones vio por primera vez ese medio natural que acabaría marcando su vida. Aunque a esa edad quería ser informático, o eso al menos decía a sus padres. Hasta que con 15 años se inscribió en un curso de vela y durante las prácticas en un lago observó en el horizonte el semblante de un velero. Esta imagen hizo brotar en su interior el germen de su singladura profesional. "Me sentí impresionado por aquel barco. Me transmitía la puerta hacia un mundo abierto, la libertad total", rememora aún fascinado. Y a los 19 años comenzó en su país los estudios de marino.

Desde que obtuvo la titulación se pasó casi 25 años, de ellos 10 como capitán, navegando por los mares del mundo en toda clase de buques mercantes. Demasiadas millas y largas estancias separado de su mujer, una médico pediatra también polaca. Llegó el momento de la escala definitiva, de echar el ancla. Durante unas vacaciones por España hace ocho años sintió la sensación de encontrar el país donde podría lograr "la culminación de la carrera de un marino: ser práctico de un puerto". "Buscaba un sitio, una ciudad bonita para vivir, donde hubiera ambiente, gente agradable, se comiera muy bien y con un clima suave. Además, durante una vuelta al mundo escalamos en Vigo y me cautivó su ría, era como un fiordo noruego", confiesa.

Surgió la posibilidad de optar a una plaza en el puerto Vigo y volvió a estudiar. Era muy consciente de la exigencia de los exámenes que debe afrontar un capitán de la marina mercante para ingresar en el colectivo de prácticos, donde la larga experiencia es un valioso requisito pero no el único. Primero hay que aprobar una durísima prueba en la Dirección General de la Marina Mercante en Madrid, y luego otra igual de complicada celebrada en los puertos con vacantes. Entre otras muchas materias, como reglamento de navegación locales, hay que demostrar un conocimiento extremo de toda la ría, de cada uno de sus rincones, bajos, calados, enfilaciones; identificarlas de día y de noche. Como insertar en tu cerebro un chip con toda la carta náutica. "Incluso hay que aprender más detalles de los que reflejan una carta", apunta Pedro. De aquellos días y noches hincando los codos recuerda especialmente sus caminatas por las Cíes cargado de apuntes.

"Son pruebas superdifíciles tanto la de Madrid como la siguiente en Vigo", recalca. A este último se presentó en cuatro ocasiones. Suspendió las dos primeras, la tercera lo hizo bastante mejor pero le superó un compañero y en la cuarta ganó la plaza. Así se convirtió en el segundo práctico en España de nacionalidad extranjera. El primero fue un alemán en Algeciras, pero desde la corporación de prácticos del puerto gaditano confirmaron a este periódico que después de sufrir un accidente, el práctico germano causó baja y cesó en el puesto.

Su primer día: "Menudo estreno"

Antes de incorporarse por completo, Pedro acompañó durante tres meses a quienes serían sus compañeros para practicar y familiarizarse con los muelles, las maniobras, las tensiones en el puente. Y el 1 de enero se estrenó. Recuerda perfectamente ese día. "Fue fuerte. Había temporal y entró un mercante de carga general inesperado. Venía con los radares averiados y lo atracamos en el Transversal. Menudo estreno", subraya.

La plantilla de prácticos de Vigo la componen nueve capitanes de la Marina Mercante que trabajan en turnos. Las 24 horas del día siempre hay dos de guardia para asesorar a los responsables del puente de los buques superiores a las 500 GT. Siempre suben a bordo para guiar la salida o atraque en el muelle, y habitualmente embarcan o desembarcan, según entre o salga el barco, en un punto situado entre faro Tofiño (a la altura del Museo del Mar) y faro Borneira (Cangas). El viento es uno de los peores enemigos de estos profesionales. Cuando sopla fuerte noroeste deben extremar más todavía la precaución, en especial, con los Ro-Ro. La estructura tan elevada de estos cargueros -en algunos supera los 6.000 m2- actúa como la vela de una goleta gigantesca, y cualquier error de cálculo de la maniobra pude resultar fatal. Los prácticos también dirigen las maniobras de los pesqueros de gran tamaño, "para mí muy difíciles de controlar porque sus cascos se comportan de forma muy rara", admite el recién llegado.

Pedro confirma una cualidad del puerto de Vigo compartida por los más veteranos navegantes, la de que reúne las mejores características para operar cualquier clase de tráfico marítimo: "Sus condiciones de abrigo son excelentes, como en ningún otro lugar del mundo". Esto no significa ni mucho menos que la labor de los prácticos en estas aguas sea relajada. "Claro que hay momentos de tensión por miedo a cualquier impacto contra el muelle. Acero y hormigón no son compatibles", anota sonriendo.

Esta es ahora la rutina laboral de un polaco que se declara "feliz" por haber conquistado la meta soñada en aquellas noches de la montañosa Nowa Ruda. En Vigo, "una ciudad ideal", este hijo de mineros espera echar raíces y disfrutar en la ría de la navegación a vela, la otra pasión que inspiró su vida como capitán.

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