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Biólogos idean una técnica para saber si las paralarvas de pulpo se alimentan en cultivo

Raquel Fernández, que realiza una estancia en Múnich, utiliza la glándula digestiva como indicador de si aceptan la dieta

Fotografía durante los primeros 10 días de vida | La técnica se testó en paralarvas criadas a partir de una puesta natural de la Ría de Vigo, que se recogió solo en parte para llevarla a los laboratorios de la Estación de Ciencias Marinas de Toralla (Ecimat). Fernández las estudió desde su eclosión, cuando tienen un tamaño de unos 2 milímetros, hasta el décimo día de vida. En la imagen, la glándula digestiva se aprecia fácilmente por su color más oscuro en la parte central.

La cría del pulpo en cautividad se resiste a los científicos desde los años 90, cuando los investigadores del Oceanográfico vigués lograron el hito mundial de completar el primer ciclo en condiciones de cultivo. La clave para su explotación acuícola radica en la etapa de paralarva, cuando la mortalidad es del 99% en torno a los 30 días de vida. De ahí, la importancia de conocer cómo se forma su aparato digestivo y establecer una dieta adecuada. Raquel Fernández Lago estudia este sistema vital del cefalópodo dentro del grupo BioCephALab, del departamento de Ecología y Biología Animal de la Universidad, y ha puesto a punto una técnica que permite conocer si las paralarvas se están alimentando.

"A un bebé no se le puede dar de comer cualquier alimento después de nacer porque su aparato digestivo se está desarrollando. Mi investigación trata de conocer de qué manera evoluciona el del pulpo durante los primeras días de vida y determinar si es completamente funcional", explica.

En el cultivo, las paralarvas no pueden recibir la misma alimentación que en el medio natural y se les suministra artemia -pequeños crustáceos- que debe ser enriquecida para cubrir las necesidades nutricionales. La técnica implementada por Fernández permite determinar cuántas de ellas aceptan la dieta, una herramienta muy útil para seguir avanzando en la estandarización del cultivo del Octopus vulgaris.

Fernández se fijó en que la glándula digestiva de las paralarvas cambiaba en algunos ejemplares y decidió estudiar a qué se debía esta variación: "Un investigador que empieza tiene curiosidad por todo y quiere saber por qué ocurren las cosas. Tuve lo que se llama la idea feliz. Cuando la paralarva se alimenta esta glándula, que puede verse fácilmente a través del manto transparente, aparece completamente coloreada en un tono oscuro mientras que si no lo hace su tamaño es más pequeño".

Las glándulas digestivas se utilizan como indicadores en estudios de bivalvos y peces porque experimentan rápidas modificaciones histológicas -esto es, en la composición y estructura de sus tejidos- durante los periodos de inanición. Pero nunca antes se habían estudiado en paralarvas de pulpo.

La técnica es sencilla puesto que solo es necesario fotografiar los ejemplares cultivados, que son anestesiados para no causarles ningún tipo de estrés, dolor o sufrimiento. "En 2013 entró en vigor una normativa que regula la manipulación de cefalópodos, pero no especifica qué hacer en este caso porque no hay estudios de paralarvas. Nosotros las sumergimos en agua salada con unas gotas de alcohol", detalla Fernández.

Licenciada en Ciencias del Mar y con un máster en Biodiversidad y Ecosistema, realiza su tesis doctoral dirigida por Francisco Rocha, responsable del grupo BioCephALab, y esta misma semana se incorporó a la Universidad de Múnich (ULM), una de las principales de Europa en investigación, para desarrollar modelos en 3D de estos organismos durante una estancia de un mes. Es su segunda visita a la ciudad alemana y para poner a punto la técnica también se desplazó al Instituto de Investigación Marina de Noruega.

La joven ribeirense no dispone de ninguna beca o ayuda predoctoral, así que debe trabajar los fines de semana en una pastelería. "No tengo ningún día libre. Pero cuanto te gusta algo buscas la manera de poder hacerlo", sostiene.

Sus estudios sobre el aparato digestivo del pulpo en sus primeras etapas de vida se enmarcan en el proyecto Octowelf, financiado por el ministerio y en el que participan el IEO de Tenerife y el de Vigo, la universidad olívica, el Instituto de Investigaciones Marinas-CSIC de Bouzas y las universidades de Granada y La Laguna.

Apoyándose en los resultados de una iniciativa anterior que permitió mejorar el crecimiento de la paralarva, Octophys, este consorcio multidisciplinar de investigadores analiza la relación entre los nutrientes de la dieta y la composición corporal y realiza una secuenciación masiva para comparar los pulpos durante las primeras etapas vitales en cautividad y en el medio salvaje y determinar así si hay genes que se expresan de manera diferente. Además intentan mejorar las condiciones de cultivo mediante la manipulación y los factores ambientales.

El profesor Rocha participa en dos subproyectos dirigidos por Eduardo Almansa, del IEO de Tenerife, y por Camino Gestal, del Instituto de Investigaciones Marinas de Vigo. En el primero también colaboran investigadores del IEO de Vigo y en el segundo de las universidades de Granada y La Laguna.

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