Como reza el refrán, la calidad se contiene en frascos pequeños. No hace falta ser una gran organización para dejarse la piel ayudando a los demás. Un claro ejemplo es la Asociación Apamp. Su trabajo incansable con personas con parálisis cerebral a lo largo de 40 años ha sido recompensado con el galardón de Vigueses Distinguidos. Toda una sorpresa para sus directivos que lo aceptan como un reto y no como un premio.

-¿Cómo han recibido la condecoración? ¿Lo ven como un impulso más que como una distinción?

-Primero, nos hizo muchísima ilusión, un premio de este tipo supone una palmadita en la espalda a tantos años de trabajo y viene muy bien. Para nosotros esto es un impulso que nos motiva a seguir trabajando. Esta asociación se creó en el 1977, o sea que el próximo año cumplimos 40, con la colaboración de diez familias que perseguían generar recursos para las personas con discapacidad. Nosotros veníamos ya de Auxilio, que era otra entidad formada por voluntarios de ámbito internacional. Como ésta desapareció, las familias se hicieron cargo de la actividad que realizaba.

-La mayoría de las asociaciones que atienden a personas con síndrome de down o, en su caso, parálisis cerebral, parten de la propia sociedad, ¿hay apoyo institucional?

-Sí lo hay pero una vez creada la asociación. Realmente es así, es muy cierto lo que dices. La mayoría de las asociaciones que atienden a colectivos con necesidades son creadas por familias, sin ningún tipo de ánimo de lucro. Los recursos que tenían en aquellos momentos las administraciones eran nulos. Hoy, con el paso del tiempo, sí es verdad que hay más ayudas, pero tampoco cubren todas las necesidades. Esto también es debido a que con el transcurrir de los años esas organizaciones que antes eran más de tipo reivindicativo y se dedicaban más a labores de sensibilización, ahora han tenido que empezar a prestar servicios a las personas porque a nivel social y de administración no tenían otro tipo de recursos.

-Al tener Apamp tres sedes o instituciones en Vigo, ¿cómo definiría el día a día en el centro de día y en el residencial, que quizá son los más solicitados?

-Los servicios que ofrecemos en unos y otros son bastante diferentes. Pues en el centro ocupacional o centro de día situado en Miguel Hernández comienzan los transportes a las 8.00 horas de la mañana para recoger a los chicos y luego ya en el centro, cada persona tiene un programa adaptado a sus necesidades personales, siempre teniendo en cuenta nuestros recursos; no siempre podemos hacer lo que nos gustaría. Por su parte en el centro residencial, en Navia, los usuarios tienen ahí su vivienda, su habitación, su espacio de relax, su baño, todo adaptado también a lo que requieren. En total son 32 plazas. Ahora mismo estarían 30 plazas ocupadas y tenemos dos destinadas a las familias, por si en algún momento tienen que quedarse. Y ahí ofrecemos los servicios de fisioterapia, logopeda, si lo necesitan, o de psicología. Contamos con 73 trabajadores expertos en terapia ocupacional, fisios, educadores sociales, etc.

-Uno de los proyectos en los que están involucrados los usuarios es el programa Discamino. Se fueron a Sevilla, hicieron el Camino de Santiago, ¿cuál es el próximo reto?

-La siguiente aventura, que en verdad es el gran proyecto de Discamino, es participar en La Vuelta Ciclista a España. Se está en conversaciones con Perico Delgado para ultimarlo todo. Irán acompañados y comandados por Javier Pitillas, que es el que siempre se encarga de estas cosas y lo hace fenomenal.

La idea es que partirán un día antes o uno después de cuando salga La Vuelta. Lógicamente no harán el mismo recorrido de forma individual, sino que se turnarán entre tres o cuatro chicos. Ya empezaron a entrenar y todo. Están ilusionadísimos con la idea.