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Balance de la hostelería del barrio histórico

Los locales del Casco Vello esperan el "revulsivo" de la Reconquista tras caer su caja un 50% desde enero

El desplome de demanda y las borrascas lastran el arranque del año de la hostelería del barrio -"Enero y febrero son meses malos; pero esta vez han sido pésimos", anota el colectivo, que espera un repunte a partir de primavera

Una de las terrazas situadas en el Casco Vello. // R. Grobas

La hostelería del Casco Vello ha entrado en 2016 con el pie izquierdo. Los locales del barrio más dinámico, "de moda" y con el mayor tirón de la ciudad han visto cómo su caja se resentía de forma considerable desde enero. Tanto, que Itos Rodríguez, responsable de Vigo Vello -la asociación que aglutina a los negocios de la zona antigua- no duda en hablar de unos meses "pésimos" y "como no se recordaban". "Después de Navidad bajó el consumo. Todos los años pasa; pero es que en esta ocasión ha sido histórico", abunda Rodríguez. Prueba de ese "bajón" son las estimaciones que aporta: la facturación de los dos últimos meses cayó cerca de un 50% con respecto a la recaudada por el gremio durante el mismo período del año pasado.

El colectivo relaciona ese desplome de caja con dos circunstancias, claves para un sector que depende en gran medida del ocio: la crisis y el tiempo. Rodríguez relaciona la merma de la caja con la recesión, que aún constriñe de forma importante la demanda y lastra la facturación de los hosteleros. El segundo factor -y que ha sido determinante para el sector- es que durante enero, febrero y la primera semana de marzo el parte meteorológico se ha convertido en su peor enemigo. La cadena de borrascas y bajas presiones se tradujo en jornadas lluviosas, frías y desapacibles, que impedían sacar partido de las terrazas y disuadía a muchas familias de salir de sus casas.

Según los datos recabados por Meteogalicia, desde el 1 de enero se registraron en Vigo casi 50 días con lluvia durante los que se acumuló más de 585 litros por metro cuadrado. Es la misma cantidad de precipitaciones que el observatorio gallego contabilizó entre abril y diciembre de 2015; es decir, a lo largo de parte de la primavera e invierno y todo el otoño y verano del año pasado. Ante esa circunstancia muchos bares, pubs y restaurantes desistieron de montar terrazas. Y quienes sí lo hicieron comprobaron que su rentabilidad bajaba de forma notable con respecto a 2015. Esa inestabilidad obligó incluso a posponer en varias ocasiones la celebración del Carnaval. Cuando el cielo al fin dio una breve tregua -el pasado fin de semana-, coincidió con la fiesta de la Arribada, por lo que muchos clientes de la ciudad se desplazaron hasta Baiona.

Ante ese panorama los hosteleros del Casco Vello confían en que la entrada de la primera mejore el tiempo y anime la actividad. En concreto tienen sus esperanzas puestas en dos fechas: la Semana Santa, que puede venir acompañada de un repunte de turistas; y la Reconquista. La responsable de Vigo Vello reconoce que la fiesta que rememora la expulsión de las tropas napoleónicas en 1809 siempre atrae clientes al barrio antiguo de la ciudad. En esta ocasión confía en que suponga un "revulsivo" para descongelar la demanda.

El año pasado el gremio reconocía que la fiesta llega a triplicar su caja con respecto a un fin de semana normal y permite incluso algo que, en la situación actual, supone un impensable: contratar personal extra para reforzar plantillas.

El éxito y tirón de la fiesta viene acompañado de una afluencia cada vez mayor de público. Con todo, Rodríguez advierte de que el resultado final para los establecimientos -igual que en Semana Santa- dependerá en gran medida de lo que diga el parte meteorológico. El gerente de Vigo Vello, Anxo Méndez, coincide en las "buenas" expectativas para ambas fechas. También anota que la actividad actual del Casco Vello es positiva, con una afluencia elevada de clientes.

Hasta entonces, y a la espera de que Vigo deje de encadenar borrascas y la demanda repunte, los hosteleros del Casco Vello buscan fórmulas para capear el desplome de facturación. Rodríguez explica que ante la caída de la actividad algunos profesionales han optado por coger vacaciones o incluso por ajustar sus plantillas. Otros se adaptan a las circunstancias y abren sus establecimientos solo un par de jornadas a la semana, coincidiendo con los días en los que se registra una mayor volumen de visitas.

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