"Vivimos en una ciudad hermosa". Este es lema que Vigo defiende desde hace algunos años para desterrar de una vez por todas la idea, enraizada durante años en la mente de nativos y foráneos, de que la ciudad más industrial de Galicia es también la más fea. Así, fea, sin paliativos. El eslogan refleja el esfuerzo realizado por acicalar la ciudad, por conseguir la humanización de las calles, una palabra de moda en la arquitectura urbana y los vigueses, que han visto tornar la frialdad de sus edificios en un espacio cada vez más amable, gracias en parte a la incorporación del arte en la vía pública. Sin embargo, mientras plazas y fachadas se asemejan más a sus habitantes y ganan personalidad e incluso alma, algunos vecinos se olvidan de su propia humanización y atacan murales y esculturas que ya forman parte del patrimonio cultural de Vigo.

El Concello destinó 18.200 euros a la limpieza de pintadas y mobiliario público en 2014 -últimos datos disponibles-. Tanto los artistas como los vigueses muestran su malestar ante esta situación que achacan a la falta de educación de algunos ciudadanos. Antón Pulido es uno de los pintores más reconocidos de la ciudad, pero hace dos semanas tuvo que ejercer de restaurador de su propia obra. "Los vecinos me llamaron para decirme que había unas pintadas sobre mi mural así que me fui para allí". Ataviado con diferentes productos reparó él mismo los desperfectos de su mural en Peniche, una obra que realizó hace algo más de un año para insuflar vida a una esquina decadente entre la calle Pi y Margall y Camiño Pazos.

Pulido reconoce sufrir este tipo de ataques a manos de vándalos "de vez en cuando". Él prefiere denominarlas "pequeñas diabluras" de jóvenes que quieren "hacer una gracia". Pero la broma tiene como consecuencia la restauración de una obra que algunas veces es irrecuperable: "Incides en la pintura de abajo, porque los productos que utilizas pues a veces levantan el color y no queda igual". La conversión en plaza de este punto fue presupuestada por el Concello en 175.000 euros.

Aunque han disminuido, el ataque a piezas de arte en la vía pública y las pintadas forman parte de los delitos normalizados. Algunas sufren insistentemente el ataque de los vándalos. Un ejemplo es la escultura de Manuel Castro, el vendedor de periódicos que se encuentra en la calle Príncipe. Perdió el diario con el que hace malabares en dos ocasiones. "Me siento bastante fastidiado", confiesa su autor, Jandro Rodríguez, cuando piensa en el daño que le ocasionaron a la estatua. Considera que "el vandalismo que sufren las obras emblemáticas tiene que ver con la falta de arraigo de la juventud, debido en cierto modo a la manera de vida actual". El artista defiende que los desperfectos los ocasionan personas que no han sido educadas en el amor por el arte, su ciudad, la historia, que desconocen incluso las figuras que se representan.

Rodríguez señala también al Concello como culpable del destrozo causado a algunas esculturas por el "abandono" al que someten ciertas piezas. "Ponen la atención en obras nuevas y se olvidan de mantener otras que ya estaban ahí, en las que ya se ha gastado dinero y son de artistas que también merecen un respeto", defiende.

José María Barreiro, cuya obra en Rosalía de Castro soporta varias pintadas, señala la dificultad de prevenir estos actos: "Se creen artistas, pero van contra la urbanidad y el arte, pescarlos es muy difícil y además, ¿qué puedes hacer contra eso?"

La necesidad del arte

"Una ciudad más cultural es una ciudad más respetuosa", señala Pulido. El espacio público ha sufrido cambios acordes con el crecimiento de la ciudad, la arquitectura insensible colonizó Vigo para cubrir una necesidad de hábitat. Pero la calle, como foro en el que los ciudadanos expresan su carácter social y político, debe ser un reflejo de la sociedad que alberga. La inclusión de piezas artísticas devuelve el civismo. "El arte no debe estar guardado, la obra se lleva a la calle y esto tiene que progresar con la ciudad", pide Barreiro".

Rodríguez lo define como una necesidad: "Puedes pasar un día sin comer, pero sin ver algo que te toca la fibra sensible, algo que amas, sin eso no puedes pasar, pues eso es el arte". La cultura no persigue solo un objetivo estético, no refleja solo al creador, sino también a los ciudadanos y transforma el lugar que ocupa.