Ayer fue una jornada demasiado larga para los vecinos del número 6 de la calle San Salvador. Empezaron el día con una explosión y lo acabaron lejos de sus viviendas, o bien alojados en el Hotel México o bien con familiares, por los "tremendos destrozos" que provocó la detonación. Por la tarde tuvieron unos instantes para comprobar in situ cómo quedaron sus hogares. Acompañados por bomberos en un dispositivo coordinado por el Concello en el que también participó la Policía Local, accedieron a las casas a coger "lo básico". Apenas unos minutos que les permitieron comprobar las dimensiones de lo ocurrido. Algunos residentes, sobre todo varios que habitan en las planta superiores, contaban que vieron sus casas "deshechas". Como los vecinos del 6ºB, piso colindante con el de la explosión. Hubo quienes se toparon con la puerta blindada de entrada "en medio del pasillo". "Está bastante fastidiada", describía sobre su propiedad una mujer, Otros también se encontraron con desperfectos, pero mostraban cierto alivio. "Pensamos que iba a estar peor. Vimos cristales rotos y daños en puertas...", afirmaban María Armanda y José Manuel, del 3ºC. El deseo de todos ellos es regresar cuanto antes a sus domicilios. Mientras no puedan hacerlo, policías nacionales y municipales se turnarán para custodiar la entrada del siniestrado edificio.

En el 6ºB viven Jesús González, su mujer Loli y su hija. Su otro hijo está en Madrid. Sólo estaba Jesús cuando fue la explosión: "Fue horrible, como un terremoto". El siniestro lo sorprendió marchándose, en el pasillo. Llegó a pensar que la detonación era en su casa. "Vi el piso de Ramón ardiendo, está puerta con puerta con el mío; vi un hombre en llamas pero me fue imposible ayudar; intenté ir allí, pero me caí, no pude hacer nada", contaba consternado por la mañana. Por la tarde, recogió pertenencias en su piso junto a su esposa. "Entre la casa de Ramón y la mía no hay pared de separación, está todo deshecho", describía la mujer.

En el 6º C reside Xoán Manuel y su abuela de 89 años. Él fue uno de los trasladados al hospital por inhalación de humo. Con otro vecino, entró en el piso del fallecido para tratar de apagar el incendio con extintores. La casa parecía "un solar" por los destrozos. "Estuvimos buscando a Ramón, pero no lo vimos y después nos tuvimos que ir porque volvía a oler a gas; entré en su habitación, pero el armario estaba encima de la cama, también había caído un trozo de pared...", cuenta. "Llegué hasta la zona del balcón; vi a la gente en la calle que se estaba echando las manos a la cabeza", recuerda. Al fallecido lo encontrarían después los bomberos en la cocina.

Tan fuerte fue la onda expansiva que en el taller de vehículos ubicado en el bajo del edificio entraron "cristales y cascotes", indicaba su dueño, José Manuel Arca. Vio "arder" los tendales a través de una ventana que da al patio de luces. Los escombros impactaron en varios coches que tenía allí para reparar e incluso en su oficina. Un cliente que llegaba en ese momento al volante de su turismo vio caer "marcos de ventana". "La gente gritaba", afirma este hombre.

Flora Sacau, de 72 años, estaba aún en cama cuando fue el siniestro. Vive en el 5ºA, justo debajo del piso de la explosión. "Me despertó el bombazo", refiere. Llamó a su hijo por teléfono. "Me quedo sin casa", recuerda él que le dijo. "Mi madre volvió a nacer", concluye.