Ni siquiera el sol quiso perderse la romería de San Blas, patrón de los enfermos de garganta, y acompañó durante toda la jornada a los miles de fieles que se reunieron en las calles de Bembrive. Una mezcla perfecta entre devoción y fiesta que propició uno de los años con más ambiente de cuantos se recuerdan.

Las calles de la parroquia rezumaban gente desde primera hora de la mañana. Vecinos de la zona y otros tantos llegados de otros puntos de Vigo, como Balaídos o Castrelos no perdieron la oportunidad de disfrutar de la romería donde el Santo compartió protagonismo con otro 'grande': el cocido. "San Blas y la cachucha van de la mano, si falta alguno de los dos, malo", comentaban desde la peña San Blas.

El calentamiento organizado días antes fue clave en el incesante goteo de personas que desde las 10.00 horas de la mañana de ayer se juntaron en la parroquia viguesa. Poco a poco, los establecimientos hosteleros y los popularmente conocidos como 'furanchos', convertidos casi en insignia de la romería, comenzaron a servir sus primeras cuncas de vino.

Extraño era encontrarse a alguien que no portara al cuello uno de estos vasos de barro. "Podemos decir que es el traje oficial del San Blas, una cunca colgada al cuello para probar el vino de cada furancho y un pañuelo de tu peña para tocar al Santo en procesión", comentaban los vecinos. Y es que es tradición acercar un paño a San Blas y luego pasárselo por la garganta para sanar los males. "Hoy seguro que en ninguno de los hospitales de Vigo se está operando de garganta, porque el Santo hace bien su trabajo", bromeaban María José Piñeiro, Meli Díaz y Beatriz Lago, tres amigas que, a pesar de no verse en todo el año, siempre se juntan para disfrutar de San Blas. Clarines, timbales, gaitas y tambores pusieron la nota musical a esta romería convirtiendo las calles de la parroquia en improvisadas pistas de baile.

El fervor de la romería llegó a su punto álgido con la celebración de la misa solemne. A la entrada de la iglesia al igual que en su interior no cabía un alma. La gente se agolpaba en los aledaños para no perderse la imagen de San Roque y San Blas en procesión, que vieron la luz minutos antes de las 13.30 anunciados por el repicar de las campanas. Este año, al acompañar el tiempo, el recorrido se prolongó por varias calles.

Una vez los Santos volvieron a su refugio, los miles de asistentes cambiaron el recinto de la iglesia por alguno de los 37 furanchos engalanados para la ocasión. Zorza, lacón, pulpo, tortilla y por supuesto, el cocido. Todo esto acompañado de un buen vino tinto. Patrick Chiarito, italiano de cuna, pisaba por primera vez esta fiesta recomendado por sus amigos vigueses. La experiencia, inolvidable. "Cuando me hablaron de una romería nunca me imaginaba esto. Aquí saben mezclar religión y fiesta y eso es lo importante", comentaba el italiano mientras daba un sorbo a su cunca de vino blanco.

Quienes también disfrutaron de la romería fueron el alcalde olívico, Abel Caballero, quien se animó con el tambor y el concejal de deportes, Manel Fernández a ritmo de panderetada. La portavoz del grupo municipal popular Elena Muñoz, Miguel Fidalgo, y el delegado de la Xunta Ignacio López-Chaves también acudieron a honrar a San Blas, quien necesitará de 365 días para recuperar las fuerzas perdidas tras una jornada de jolgorio, fiesta y devoción.