De las 17 plantas de las que consta la torre del Xeral, solo una mantiene actividad. Es la planta 0, donde permanecen las especialidades de laboratorio. Son algo más de medio centenar de profesionales de Análisis Clínicos, Microbiología y Hematología, que se encargan de las pruebas de los ingresados del Álvaro Cunqueiro y algunas de los ambulatorios. Para darles apoyo, se quedaron también algunos trabajadores de limpieza, lencería, mantenimiento, seguridad y administración. Casi no reciben pacientes. Circulan por unos pasillos desiertos, fríos y con poca luz, cuyas paredes, llenas de pintadas de despedida, les recuerdan cada día que viven la prórroga de un hospital con orden de desahucio.

Con la apertura del Cunqueiro, les tocaba moverse al Meixoeiro, donde se ubicará el futuro laboratorio central. Un movimiento que se frustró cuando Hacienda anuló el contrato para equiparlo, de 20 millones de euros. Fue en el mes de mayo y el Sergas no lo ha vuelto a sacar a licitación. Cuando el pasado 24 de septiembre se vació la hospitalización del Xeral, permanecieron como último servicio asistencial, junto a una sala de TAC y otra de resonancia, que recogieron sus bártulos a principios de mes. Así, se han convertido en los últimos inquilinos del pirulí.

Esta situación les provoca sentimientos encontrados. Muchos, admiten "pena", incluso "ganas de llorar", al comprobar lo desolado que está el edificio. Sobre todo, aquellos que llevan casi toda su carrera en él. Además, echan de menos el contacto personal con clínicos de otros servicios y explican que tienen grandes dificultades para localizarse por teléfono. También tienen cierta sensación de "abandono" y "aislamiento". Solo hay calefacción en los laboratorios -excepto en la cadena de Serología, que usan calefactores- y pasan frío en los pasillos o en las salas que usan para sesiones. Cada poco encuentran una nueva puerta cerrada. Esta semana se han quedado sin acceso interior a la cafetería -cuyos propietarios también desconocen cuál será su futuro-. Al mismo tiempo, muchos reconocen sentirse "cómodos" en el Xeral y se resisten a abandonarlo. Hay una "gran incertidumbre" sobre cuándo será eso. "Hacemos apuestas", cuentan. La última fecha que les ofrecieron fue marzo.

En el hall se apilan sillones. "Son para el Cunqueiro, para que las enfermeras tengan donde tomar el café", explica Napoleón Ángel Rodríguez y cuenta que las camas "buenas" ya se las han llevado para el Nicolás Peña y el Meixoeiro y, el resto, las están cediendo a pacientes. Lleva 28 años en el Xeral. Los tres que le quedan para jubilarse se quedará en el anexo II. "Tengo hasta depresión al ver todo desierto", manifiesta.