Una de las aportaciones prácticas de ejercitar el voluntariado es que permite llegar puntualmente al conocimiento de la auténtica personalidad de los compañeros. No me refiero a evaluaciones similares que surgen en el ambiente de una empresa con ánimo de lucro.
El darse a los demás, prever los problemas y ayudar a resolverlos cualifican a un buen voluntario. Eduardo era el ejemplo vivo y no sólo en el Banco de Alimentos. La Asociación de Lucha contra el Cáncer era otro hito en su entrega a los demás. Y si faltaba algo, aún le quedaba Cáritas para mostrar su disposición.
Eduardo practicó atletismo en su juventud lo que seguramente endureció su voluntad y cuerpo para tratar de ganar la carrera. Ese fue su privilegio: darlo todo en la pista y luego en su trabajo profesional, para volcarlo con sabiduría, sin excusas en las ONG que buscó tras su jubilación.
Los que hemos convivido con él desde los tiempos de calle Pino 38 hasta la nave de San Pedro de Sárdoma, los que hemos viajado con él a las Asambleas de la Federación Española de Bancos de Alimentos o, simplemente, los que tuvieron la suerte de tratar con él no olvidarán jamás a esta pequeña gran persona que se ha ido, quizás, a reunirse con los otros voluntarios que se han ido recientemente: José Antonio Vieira, Emilio Quiñones, Emilio Iturbe?
Un abrazo a su mujer Pilar y a su hija Elena que nos cedieron parte de la actividad vital del esposo, del padre.
*Presidente de la Fundación Provincial Banco de Alimentos de Vigo