El interés de la comunidad científica por los suelos urbanos va en aumento. Ya suponen el 9% de la superficie total de la UE, cuya población en ciudades podría seguir creciendo hasta el 80% en 2020, y juegan un importante papel como sumideros de metales pesados procedentes de las emisiones de la industria y el transporte o directamente del depósito de residuos. La proximidad a estos focos supone para el ser humano riesgos de exposición a diferentes patologías por inhalación, ingestión o contacto dérmico. De ahí que los suelos sean utilizados como indicadores de calidad medioambiental y contaminación en las urbes.

Un estudio realizado en la Universidad de Vigo analiza 36 zonas verdes de la ciudad -parques y medianeras como las de Gran Vía- para determinar la presencia de 13 metales. Los resultados arrojan una contaminación de nivel medio, principalmente por bario, cobre y plomo, debido a la influencia del tráfico y la industria.

"Es relativamente normal en una ciudad industrializada y con un tráfico diario de casi 500.000 vehículos. El 61% de las muestras analizadas tienen una contaminación moderada, especialmente las de Castelao, Gran Vía y entorno de Citroën. No podemos hablar de suelos fuertemente contaminados, pero tampoco se deben minimizar los resultados", destaca Andrés Rodríguez, biólogo y autor del estudio.

Los contenidos detectados son "bajos" si se comparan con ciudades españolas de mayor población como Madrid o o Barcelona, así como con otras más pequeñas pero que registran una actividad industrial más contaminante como es el caso de Avilés y la metalúrgica de zinc o los complejos petroquímicos en A Coruña, Tarragona y Huelva.

Rodríguez Seijo explica que no se pueden realizar comparaciones dentro de la comunidad por falta de estudios: solo hay dos referentes a la ciudad herculina del año 2000. "Este análisis sería interesante porque aunque las ciudades gallegas no son demasiado grandes sí presentan diferencias en su actividad industrial: petroquímica, celulosas, manufactura, etcétera", plantea.

Aunque la gasolina con plomo fue prohibida en nuestro país en 2001 todavía permanece en los suelos, pero los científicos también utilizan el bario, el cadmio, el cobre o o el zinc como indicadores de la contaminación originada por el tráfico. De esta forma, la distribución en Vigo del bario, cuyo origen se atribuye, entre otros factores, a las pastillas de freno de los vehículos, aparece asociada a las rutas de transporte y también a zonas industriales de la ciudad.

El nivel de contaminación en cobre y zinc es moderado y, en ambos casos, las principales fuentes son los lubricantes, los procesos de abrasión de neumáticos y frenos o la corrosión de partes metálicas en contacto con combustibles. Otras fuentes de zinc en entornos urbanos serían los componentes galvanizados de vehículos y también el mobiliario.

El biólogo agradece la colaboración del Concello, que permitió la recogida de muestras en 36 áreas con, al menos, 10 años de antigüedad y que no hubiesen sufrido grandes cambios para obtener una buena perspectiva de la evolución de la ciudad. Los suelos también fueron seleccionados en función del tipo y cobertura de vegetación así como por la intensidad del tráfico circundante y la distancia a zonas residenciales y de ocio o a industrias.

Los resultados acaban de ser publicados en la revista científica Journal of Soils and Sediments y forman parte del proyecto inicial de tesis de Rodríguez Seijo "Contaminación de suelos por metales pesados: Enfoque multianalítico".

Su trabajo está codirigido por las doctoras María Luisa Andrade y Flora Alonso, que también firman el artículo, y abarca desde los suelos mineros a los urbanos y también los de los campos de tiro. En todos ellos, el biólogo rastrea la presencia de metales pesados con diferentes técnicas, desde las más generales hasta las más específicas como el análisis de isótopos o la espectrometría de masas de iones secundarios por tiempo de vuelo.

Actualmente, Andrés Rodríguez Seijo realiza una estancia predoctoral de tres meses en el departamento de Biología de la Universidad de Oporto junto a la doctora Ruth María de Oliveira: "Estoy aprendiendo diferentes técnicas toxicológicas para aplicarlas en el análisis de los suelos de campos de tiro y ver si el plomo u otros metales pueden afectar a la actividad de diferentes organismos del suelo como miñocas y colémbolos [artrópodos parecidos a los insectos]".