Vigués de nacimiento, romano de formación, parisino de aprendizaje y ahora santiagués de adopción. Su fe, pero también su amor por la música, lo ha llevado a recorrerse medio mundo trabajando en su tesis teológica. Su intención era ligar la música y la religión y encontró en el filósofo Manuel García Morente ese nexo de unión entre ambas artes y, además, un espejo en el que mirarse. Hoy ofrece una conferencia sobre este asunto a las 13.00 horas en el Instituto Teológico "San José" de Vigo.
-Ha trabajado cuatro años en esta tesis. ¿Tenía claro desde un principio en qué centrarla o fue casualidad?
-En verdad fue algo providencial. Desde un principio tenía claro que quería realizar un trabajo sobre mis dos pasiones: la música y la religión. Pero dicho así parecía algo simple, poco original. Así que empecé a interesarme por la filosofía. Leí a Nietzsche y a Kant, y me fijé que había una persona que había traducido una de sus obras: Manuel García Morente.
-¿Fue aquí cuando comenzó a interesarse por este filósofo? ¿No lo conocía anteriormente?
-Mis amigos entendidos en filosofía sí, pero yo no sabía quién era. Empecé a leer escritos suyos. Me gustaba su pensamiento, su vida y de repente descubrí que se inició en el catolicismo gracias a escuchar tres canciones, "La sinfonía en Re Menor", "La Pavana para una infanta profunda" y "La infancia de Cristo" . La música lo cambió al igual que a mí. Tenía una forma de entender la religión y la música igual que la tengo yo. Me sentí realmente identificado con él, así que no pude dejar pasar la oportunidad de centrar mi tesis en Morente. Además de tener cosas en común, este filósofo fue un grande de su época y descubrí muchos aspectos de su vida que nadie sabe y que son realmente importantes, como que fue el verdadero creador de la Universidad Complutense de Madrid.
-García Morente residió durante un año en Vigo, ¿este periodo fue fundamental en él a la hora de formarse en el catolicismo? Porque ingresó bastante mayor...
-Sí, sí. Él estaba viudo y con hijas y se hizo cura cuando tenía 64 años, al sentir lo que él denominó "el hecho extraordinario". Vivió en Vigo durante un año y estos doce meses fueron fundamentales a la hora de iniciarse en el mundo de la religión en general y el catolicismo en particular. Esto ocurrió en el 1937, en Madrid había mucha revuelta así que aconsejado por el obispo en esos momentos, Eijo Garay, viajó con él a Vigo. Residió en Paseo de Alfonso y fue en el Castro donde se confesó y comulgó por primera vez. Realmente en esta ciudad fue donde entró de lleno en el catolicismo. Luego se trasladó al Monasterio de Poio.
-¿No le sorprendió encontrarse tantas cosas en común con Morente?
-Mucho, muchísimo. Eran demasiadas casualidades como para dejarlo pasar. Yo me dije "éste es mi tema", y ahí centré mi tesis y la verdad es que trabajar sobre esto fue una ocasión increíble.
-¿Cómo supo relacionar, ya no en su tesis, sino en la vida la teología con la música?
-Entre la música y la fe hay una estrecha relación, que es la belleza. Y por dar un paso más adelante encontramos la música litúrgica. En la Iglesia católica se hace una constante incitación a usar buena música y a cuidarla. Es a través de ella como nos relacionamos con Dios. Yo en mi parroquia, que está en Sigüeiro, soy muy exigente con este tema.
-Usted siempre ha defendido a Benedicto XVI como uno de los mejores Papas, ¿cómo definiría a la actual cabeza visible de la Curia?
-El Papa Benedicto era maravilloso, su labor fue fantástica pero la verdad es que el Papa Francisco también lo está haciendo muy bien. Su intención de acercar a Dios a la gente es fantástica.
