A los diez años, los alumnos del colegio Alborada comienzan a familiarizarse con el trabajo de laboratorio y a escribir en sus cuadernos de campo los avances de sus primeros proyectos de investigación. De reojo, observan con admiración a los compañeros de mayor edad, los que triunfan en los certámenes nacionales y que en muchas ocasiones les echan una mano como tutores. Dos de estas "veteranas", Mariana Cabaleiro y Xiana Fernández, acudirán al Certamen de Jóvenes Investigadores de Bruselas que organiza la Comisión Europea con un trabajo realizado en la Ría que relaciona la degradación de la materia y el buen funcionamiento de los ecosistemas.

El suyo es el último éxito de una trayectoria iniciada por el profesor Alberto García Mallo para involucrar a los más jóvenes en pequeños pero rigurosos proyectos para los que necesitan aprender a razonar y a poner en práctica el método científico. Y no solo en el ámbito de la biología, sino también en el de las humanidades. De hecho, los alumnos están involucrados actualmente en un estudio sobre memoria histórica.

Durante los últimos años, estos precoces investigadores han construido una batea didáctica para estudiar el cultivo del mejillón, analizado el impacto de los plásticos en los microorganismos de la Ría, utilizado ascidias -patatas de mar- para fabricar biodiésel y pienso para peces y puesto en marcha un blog para defender al caballito del mar. Ante tal despliegue de actividad, no sorprende el palmarés del centro, que acumula numerosos galardones de los certámenes Galiciencia (Ourense), Exporecerca Jove (Cataluña) y Es de Libro.

El trabajo en el laboratorio -del que también se ocupan las profesoras Sesé Araújo, Galicia Estévez, Antía González y Adela Queimadelos- es voluntario y tiene lugar por las tardes, fuera del horario extraescolar. Pero los alumnos también salen a recoger muestras a la costa y cuentan con el apoyo de la Asociación de Marineros de Bouzas para navegar por la Ría.

Y todas sus iniciativas tienen además el apoyo desinteresado de expertos de la Universidad de Vigo, el Instituto de Investigaciones Marinas-CSIC y el Centro Oceanográfico que les asesoran y les prestan sus propio laboratorios y equipos.

Así fue en el caso de Mariana y Xiana, que realizaron parte de sus análisis en el IEO, junto a su madrina científica, Ana Miranda, y en la Estación de Ciencias Marinas de Toralla. "Nos ayudaban mucho a entender mejor las cosas y tratar las muestras. Y nos enseñaron a utilizar los equipos. Al final, ya los manejábamos nosotras", comentan entre risas.

Su trabajo establece un patrón para medir la funcionalidad del ecosistema de la Ría de Vigo a partir de la rapidez con la que se degrada la materia orgánica. Para ello, elaboraron su propio material: botellas con muestras de algas pardas y verdes, manzanas y pan en su interior que fondearon en los muelles de Toralla, como muestra de un ecosistema sano, y en Bouzas, una zona más contaminada. También replicaron el sistema en un acuario de la Estación de Toralla para determinar la influencia de elementos como las corrientes o la salinidad.

En total, prepararon 100 botellas que fueron recuperando a lo largo de sus vacaciones de verano de 2014 -una cada quince días- para someter las muestras a un arduo proceso que incluyó diferentes tratamientos en el laboratorio y su posterior análisis, que se prolongó hasta diciembre, para determinar la cantidad de materia orgánica descompuesta y la velocidad media del proceso.

"Demostramos nuestra hipótesis de que cuanto más rápida es esta descomposición más funcional es el sistema. Así que este parámetro puede utilizarse para comparar ecosistemas o conocer si evoluciona de forma correcta a lo largo del tiempo", explican las autoras.

Además del primer premio en el concurso nacional que convoca el Instituto Injuve y el Ministerio de Educación -en la categoría de ciencias de la tierra y la vida-, ambas realizarán una estancia de dos semanas en las instalaciones del CSIC en Madrid el próximo verano.

Aunque ahora ya no son alumnas del colegio Alborada, que solo imparte hasta Secundaria, volverán a llevar su nombre y el de Vigo al concurso europeo de Bruselas. Mariana, que ya prepara otro proyecto sobre las pulgas de la playa de Vilariño, sigue además colaborando con el centro dentro de la iniciativa Glu-ON, financiada por la Fundación Barrié con el objetivo de establecer una red de clubes de ciencia y promover vocaciones. Ella será mentora de alumnos más pequeños contribuyendo a que la cantera se mantenga viva.