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El suministro de agua de la ciudad

Eiras, la "gran fuente" de Vigo, roza los 40 años

La presa, que aporta cerca del 80% del suministro de agua de la ciudad, se inauguró a principios de 1977

El agua a su salida de la presa de Eiras. // R. Grobas

Vigo y parte de la comarca deben el agua que mana de sus grifos a un "titán" de cemento y acero, provisto de largos brazos metálicos de cerca de 30 kilómetros de longitud y un intrincado organismo en el que se entrelazan pasadizos, tuberías, péndulos de alta precisión y diferentes y potentes válvulas. La presa de Eiras -de la que procede cerca del 80% del suministro que abastece la ciudad- ronda la cuarentena en pleno estado de forma. En marzo de 2017 se cumplirán cuatro décadas desde que el por entonces ministro de Obras Públicas, Leopoldo Calvo Sotelo, cortó la cinta inaugural y el municipio se libró de los frecuentes cortes de suministro que padecía hasta la fecha. En sus "entrañas" -desconocidas para la inmensa mayoría de los usuarios- y las oficinas de Aqualia trabajan a diario técnicos que se encargan de garantizar el aporte de agua, que ronda los 1.400 litros por segundo.

El "titán" de cemento se sitúa en el municipio de Fornelos de Montes, entre las parroquias de Calvos, Fornelos y Oitavén, río del que toma el agua. La capacidad de su embalse es de 21,5 hm3 -según datos de esta misma semana se encuentra casi al 73% de su capacidad, ligeramente por debajo del registro de las mismas fechas de 2014- y el agua que acumula se emplea para el abastecimiento, riego e industria.

"La presa está muy bien situada; las precipitaciones son tremendas, hay años de 4.000 l/m2", explica José María Ardoy, director de Aqualia en Vigo. En total la presa suma 23 kilómetros de costa y su amplia cuenca ronda los 143 km2. Su punto de mayor profundidad se sitúa a 47 metros. En el verano de 2011 -un año "especialmente seco", según los expertos y durante el que se padeció una fuerte sequía estival- quedaron al descubierto parte de las construcciones, caminos... que se ocultan en el lecho del embalse.

Frente a las aguas se levanta la gran presa de hormigón, con bóveda de doble curvatura y "labio fijo". La altura desde su cimentación es de 57 metros y su longitud, de la coronación, alcanza los 191 m. Cuando el agua embalsada llega al nivel de su "labio", se alivia rebosando. Para lograrlo la presa dispone de dos grandes válvulas de chorro hueco -aguas arriba hay una para regular y otra de seguridad, para el cierre- en el fondo del embalse que, al abrirse, permiten desaguar 50 m3 por segundo. A esa cantidad se suman los 500 m3 por segundo que desbordan a través de los aliviaderos: cinco vanos de ocho metros de longitud que se abren en la parte superior de la presa, bien visibles desde el camino. En total suman 40 metros diseñados para esa función.

La estructura de cemento dispone también de una "torre de toma", una estrecha y característica torreta, visible desde la costa del Oitavén, que permite a los técnicos conocer el estado del agua y captarla para el suministro. El cilindro dispone de cuatro "ventanas" -con un tamaño de 1,2x1 metros- que se reparten a lo largo de tres niveles distintos. Esas aperturas facilitan tomar agua a diferentes profundidades. En 2011, por ejemplo, durante la sequía que se padeció en verano, los responsables del suministro decidieron recurrir a las "ventanas" situadas en la parte más baja. De la torre parten también dos tuberías de 700 metros.

El sistema más curioso de Eiras es sin embargo el de auscultación, el que permite a sus responsables comprobar que la presa funciona correctamente y soporta la carga del embalse. ¿Cómo? La estructura dispone de cuatro péndulos que ofrecen mediciones precisas de los movimientos horizontales. Sus datos se remiten a Aqualia y Augas de Galicia, encargados de analizarlos. Otras 40 ternas de longámetro distribuidas a lo largo de la estructura y que se estudian cada semana toman cuenta del menor deslizamiento, lo que desvelaría cualquier problema en la cimentación.

Galería interior

El interior de la presa dispone además de una larga galería -de 240 escalones- y salas de maquinaria que se ocultan tras sus gruesos muros. En ellas los empleados comprueban, entre el sonido atronador de los motores, el buen estado de las válvulas bureau, de 1,6x1,2 metros. A pesar de los múltiples sistemas de seguridad, en "situaciones extremas" -explica Ardoy-, como durante los fuertes temporales, los técnicos deben montar un dispositivo en la propia presa para "hacer un seguimiento minuto a minuto" de todos sus datos.

El agua sale disparada de la presa a través de válvulas de chorro hueco de tal forma que se evita que la fuerza y la presión del líquido erosione y destroce el lecho contra el que impacta. El agua pasa a un canal descubierto donde se disipa energía, una balsa tranquilizadora dotada de un sistema de ultrasonido que mide el nivel del fluido. Desde allí parte a través de una larga tubería de 30 kilómetros que lleva el preciado líquido hasta su destino: Vigo, O Porriño, Redondela, Soutomaior y O Morrazo. Esa conducción se renovó a principios de los años 90 con nuevo material. Una vez en O Casal, la Estación de Tratamiento de Agua Potable (ETAP), trata los cerca de 1.200 litros por segundo del suministro de la ciudad. La restante agua de la que se surte Vigo procede de los manantiales -apenas un 2%- o de la presa de Zamáns, más antigua y de mucha menor capacidad, con 1,98 hm3. En la actualidad el consumo medio de habitante por día es de 123,3 l.

La presa de Zamáns, hermana mayor de Eiras -en edad, al menos- se inauguró en agosto de 1960 y embalsa el agua del río Vilaza. Su puesta en marcha supuso una "revolución" para el abastecimiento de la ciudad, ya que permitió que el suministro pasase de 100 a 250 litros por segundo. Su altura, de 29 metros, es muy inferior a la de Eiras. Su cuenca hidrográfica es pequeña -de 2,2 hm3-, lo que provoca que su llenado sea lento incluso durante las jornadas con lluvias fuertes y copiosas. Según el último Boletín Hidrolóxico de Augas de Galicia, su nivel de ocupación roza el 60%.

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