Incertidumbre, pero sobre todo esperanza. Estos son los sentimientos que más muestran los empresarios de los establecimientos que circundan al Hospital Xeral, cuyas puertas cerrarán de forma práctica en las próximas semanas. El traslado alnuevo hospital no se trata de un simple cambio de localización, si no también de la marcha de miles de sanitarios, pacientes, familiares y visitantes, entendidos para los comerciantes como clientes. La zona de Pizarro y alrededores se quedarán sin el motor principal de su economía. Los empresarios se aferran cual clavo ardiendo a las dos disciplinas que continuarán en las plantas del 'Pirulí', psicología y fisioterapia, confiando que sean suficientes para que sus comercios continúen abiertos.

Varios locales han bajado sus persianas para siempre o tienen previsto hacerlo debido al descenso de clientes motivados por el traslado al nuevo centro médico de Bouzas. Una frutería, una tienda de bebés, un ciber y otra de ortopedia son las primeras víctimas que se ha cobrado el hospital Álvaro Cunqueiro.

El malestar y la angustia es palpable, sin embargo muchos no tiran la toalla. Comentan que es demasiado pronto para hacer balance del traslado. Hay que ir día a día y nunca adelantar acontecimientos; aunque también reconocen que tiemblan ante la llegada del cierre práctico del centro médico.

Descartan mudarse a Beade

Una de las soluciones que a priori puede parecer un mal menor sería trasladarse a una zona cercana a otro centro hospitalario, si la montaña no va Mahoma, Mahoma va a la montaña.

Sin embargo la idea fue descartada en el mismo momento en el que se vio el emplazamiento del nuevo centro sanitario, un lugar, definido por los propios comerciantes como "muy vacío, alejado de todo y con cuatro casas alrededor".

"Se trata de un sitio muy apartado, yo creo que se han equivocado con el cambio. Además que vas, ¿a vivir solo del hospital? No compensa", explica Josefa Rivera, dueña de la mercería Josefa.

"Es una zona muy aislada, no hay nada cerca, trasladarse para allí no compensa. Todavía tenemos clientes de por aquí así que intentaremos aguantar aquí, porque la zona del nuevo hospital está muerta", explica María Teresa Rivera, propietaria del bar Navío.

Álex Mercedes, empleado de la tienda Termiciber acaba de colocar hace pocos días un cartel de 'se traspasa'. El local estaba pensado para hacer fotocopias, comprar snacks y bebidas además de revistas. Sin esperar a que el hospital cierre definitivamente, saben que no podrán hacer frente al negocio, sin embargo partir hacia el emplazamiento del Cunqueiro está completamente descartado. "Para nosotros un 70-80% de nuestros clientes procedían del Hospital, sin ellos, pues cerramos". Con estas cifras, no sería de extrañar que los dueños pensasen en trasladarse a Beade, sin embargo la idea está descartada. " Está muy lejos. Es un sitio muy vacío, allí no hay nada, no compensa vivir solo del hospital", añade el trabajador de la calle Pizarro.

Emérita Pino, dueña de la cafetería Pino respalda las palabras de sus comerciantes vecinos, y va un paso más allá. "No sabemos qué hacer ni con lo que nos vamos a encontrar cuando cierre, nosotros trabajamos en conjunto con el Hospital. Trasladarse estaría bien, pero ¿quién nos lo paga?, no es gratis, nadie pensó en nosotros. Además la zona del Cunqueiro no es buena, es un gran descampado con cuatro casas", explica la dueña de la cafetería.

Hay un sector al que no le queda otro remedio que emigrar: los taxistas.

Alfredo Paz y Beni Veloso son dos conductores que habitualmente frecuentan la zona del Xeral.

Recuerdan, no hace mucho tiempo atrás, la época en la que había colas esperando por los taxis. "En esta parada (situada justo enfrente al centro médico, en la rúa Padre Feijóo) había muchísima gente, pero de decirte colas de gente. Ahora hay que olvidarse de ella y buscar otra ruta", explica Beni Veloso. "¿Cambiarnos para la zona del Álvaro Cunqueiro?, si no tiene parada de taxis, bueno sí, en el sótano, ¿pero dónde se ha visto eso?", añade su compañero Alfonso Paz.

A pesar del bajón de consumidores con la que se esperan encontrar los comerciantes, confían también en sus 'clientes de siempre', no bajan los brazos y esperan no tener que cerrar sus negocios.

"No hace falta esperar a que cierre el Xeral definitivamente para poder decir que sí se está notando el descenso de gente. Mismo por la calle, no pasa tanto como antes. A pesar de eso, nosotros confiamos en nuestros clientes de siempre, por lo que pretendemos aguantar aquí. Ahora solo toca esperar, a ver qué pasa", explicaba resignado Luis Barral, dueño de la cafetería Nova Macumba.

En la floristería Liken, también situada en las inmediaciones del centro médico, tiene esperanza en que el cierre del Xeral no suponga un cierre también de su local. "A partir de ahora nos centraremos más en los encargos que en otra cosa. Se notará el descenso de gente, pero esperamos aguantar aquí muchos años más", explican desde la floristería.