El misterio rodea la procedencia de los huesos humanos hallados en un contenedor de la calle padre Don Rúa, esquina con Bolivia el pasado viernes. Los primeros informes de la Policía Científica y los forenses concluyen que se trata de restos de al menos dos personas distintas, ya que se encontraron dos cráneos (uno más pequeño que el otro y cubierto de yeso), dos tibias (que no pertenecen al mismo cuerpo) y otros huesos menores y partes de la espina dorsal.

No hay un esqueleto completo y aparentemente se trata de huesos antiguos de más de una década, no de un fallecimiento reciente, que estuvieron enterrados -estaban sucios de tierra y no limpios, como los utilizados para la investigación médica o por los estudiantes-. De momento no ha sido posible datar oficialmente ni la edad ni el sexo, ni tampoco su antigüedad o procedencia, de ahí que la magistrada que lleva el caso, Belén Rubido, haya ordenado nuevas diligencias que permitan esclarecer lo ocurrido.

La investigación se abre en una doble vía. Por un lado la Policía Científica busca huellas y otras pistas en la bolsa en la que fueron depositados, mientras que se intentará recuperar ADN para compararlo con las bases de datos de desaparecidos; por otra parte, se encargará un estudio antropológico que permita datar su antigüedad, así como el sexo y la edad de las personas -probablemente mayores- a las que pertenecen. También se analizará la tierra que los cubre por si da alguna pista de donde estuvieron enterrados.

En principio se mantienen abiertas todas las hipótesis, excepto que se trate de muertes violentas. El objetivo es comprobar, si como se sospecha, proceden de la remoción de tierras y alguien los tiró para evitar los trámites administrativos o bien de un osario o algún tipo de enterramiento clandestino antiguo. Lo que los expertos tienen claro es el desapego y desprecio por los restos de la persona que los tiró al contenedor incumpliendo los derechos legales de salubridad, lo que indica que no corresponderían a un familiar directo.