Langosteira cumple una década en obras tan prodigiosa en cuanto a gasto de dinero público como paupérrima en actividad. En 2005 se colocó la primera piedra del puerto exterior coruñés anunciándose que concluiría seis años después con un presupuesto total de más de 400 millones y lo invertido ya supera con creces esta cifra y hasta acabará duplicándola. Y lo peor es que la actividad en sus muelles es tan irrisoria que serían necesarias varias décadas para soñar con amortizar semejante desembolso. Solo hay cinco empresas instaladas en la gigantesca explanada y en sus desérticos muelles han atracado desde 2012 unos 80 buques.

En esta mastodóntica terminal ubicada en un enclave que asusta a los capitanes se llevan invertidos cerca de 600 millones de euros (272 procedentes de fondos europeos), buena parte precisamente destinados, como el contradique, a calmar las aguas de su movediza dársena. Y todavía faltan proyectos importantes por abordar, algunos claves para garantizar su cuestionada viabilidad. Entre estos, una conexión ferroviaria que como mínimo necesitará de otros 100 millones.

Los modestos cálculos que ofrece la Autoridad Portuaria de A Coruña sobre a cuánto ascenderá el monto de lo invertido cuando en 2018, en teoría, las máquinas abandonen el puerto exterior, en torno a 744 millones, no parecen creíbles. Faltarían por agregar una serie de actuaciones si no estrictamente portuarias igual de cruciales para el futuro de la terminal, como el citado enlace del tren o el de los accesos con viales de alta capacidad, que sin duda aproximarán la suma a los 1.000 millones.

Un formidable dispendio del que sus promotores reciben un pobre retorno. Pese a sus denodados esfuerzos por convencer a las armadoras de las bondades de Langosteira -eso sí, dejando en un segundo plano la seguridad de una operativa ridiculizada al perder el embarque de un buque de Navantia que acabó haciéndose en la Ría de Vigo por sus condiciones naturales de abrigo-, sus muelles permanecen vacíos. De su pírrico tráfico da una idea los 50 barcos atendidos en 2014 al arrojar una media de menos de uno por semana. En la 131 hectáreas ganadas al mar, la ocupación también es testimonial. Solo hay un único operador con nave propia (5.000 m2) y cinco empresas instaladas. Y aunque Repsol tiene una amplia reserva de espacio, no completará su traslado a los muelles interiores hasta 2018.

Estos son los números de un Gaiás portuario que ha sorteado la zozobra a golpe del inagotable grifo del dinero público.