Fiel a su cita, San Blas, patrón de los enfermos de garganta, reunió a su alrededor a miles de personas en las calles de Bembrive, dispuestos todos a disfrutar de una de las romerías más esperadas de cada año en Vigo. Una mezcla perfecta de devoción y jolgorio en una parroquia atestada de gente en la que reinó un excepcional ambiente que ni el frío ni los chubascos intermitentes durante toda la jornada consiguieron evitar.

El calentamiento que en Bembrive se venía realizando desde hace dos semanas, con varias actividades organizadas fueron el perfecto aperitivo a la jornada de ayer, cuando desde primera hora de la mañana, -ya con las principales calles de la parroquia cortadas al tráfico- se fue produciendo un goteo continuo de personas en dirección al epicentro de los festejos, alrededor de la iglesia parroquial.

Poco a poco, los establecimientos hosteleros y los tradicionales "furanchos" -tenían permiso unos 40-, que ya se han convertido en un emblema de la romería, comenzaron a atender las gargantas hambrientas y sedientas de los asistentes, al igual que los puestos de churros o rosquillas. La temperatura de la romería comenzó a subir a mediodía, con la celebración de la misa solemne, que este año contó con la colaboración de la Coral Polifónica Helios de Bembrive. En esos momentos, ya no cabía un alfiler en el templo, con la gente agolpada a la puerta a la espera de la salida en procesión de San Blas, que vio la luz unos minutos antes de las 13.30 horas.

Sin embargo, debido a la previsión de lluvia, el recorrido de la procesión se limitó únicamente a dar una vuelta al ritmo de la charanga Costamekrelos alrededor de la iglesia, donde regresó poco después para que los fieles pudiesen pasar sus pañuelos o bufandas por la figura de San Blas, buscando así librarse de las dolencias propias de garganta o, en el caso, de Miguel y Concepción, por un familiar.

"Tenemos la tradición de venir porque tenemos un niño que siempre está mal de la garganta. Siempre estamos en la procesión y después, como no, vamos a tomar un vino", comenta este matrimonio de Teis.

Tras los actos religiosos, llega el momento de dar rienda suelta a la diversión. Decenas de personas aprovechan para poner la nota musical a la jornada con canciones y bailes tradicionales, un espíritu que se contagia a todos los asistentes, con un ingrediente esencial: el vino para hacer boca antes del plato tradicional por San Blas, el cocido. Comienza la fase de exaltación de la amistad. "Todo de esta fiesta es lo mejor, el vino, la gente, nos sirve para olvidar los problemas y pasarlo bien", comenta Alfonso, que acude como cada año a Bembrive con su suegro.

Poco a poco, las calles comiezan a vaciarse, dirigiéndose los asistentes a los "furanchos", donde les esperaban los platos tradicionales de esta fiesta. No faltaron pulpo, chorizo, cacheira, tortilla, zorza y, como no, el cocido. En el "furancho Os da Rianxeira", un grupo de diez amigos disfrutaba de la gastronomía. Entre ellos, por primera vez, un hombre de Burgos que solo tenía palabras de elogio hacia la fiesta.

"Nos reunimos así desde hace treinta años, es una tradición", sostiene uno de los asistentes. Esperaba por delante una larga sobremesa que se prolongaría durante toda la tarde, cuando de nuevo la música y los conciertos tomaron el protagonismo.

Queda para el recuerdo una nueva muestra de devoción por San Blas, capaz de congregar a miles de gargantas dispuestas a gastar todas sus fuerzas en pasar un día de jolgorio y diversión entre amigos. Como dice el lema de la fiesta: "A San Blas, o 3 de febreiro non faltarás".