La ciudad que el arquitecto Manuel Gómez Román (1876-1964) comenzó a diseñar hace un siglo pervive hoy a través de piezas tan singulares como el edificio del Banco Pastor y la Casa Mülder, icono modernista, pero también en los diseños fabriles para Alfageme y La Panificadora, auténticos tesoros del patrimonio industrial vigués, y en inmuebles como el número 25 de Alfonso XIII cuyo diseño se amolda al entorno para construir calle. Incluso aquellos proyectos que jamás llegaron a ejecutarse como el pabellón flotante para el Club Náutico destilan las diversas facetas de un profesional comprometido con la identidad gallega pero de mirada europeísta.

A través de estas obras, cinco arquitectos vigueses homenajean en FARO al autor cuando se cumplen 50 años de su fallecimiento y todos coinciden en que el mejor reconocimiento pasa por recuperar y conservar su legado.

El valor de encajar en el paisaje urbano, Martín de Cominges

  • Este edificio lo recuerdo desde niño, siempre funcionando; mujeres que subían y bajaban por las rampas que dan a la Avenida de Beiramar, con sus carros cargados de patenas de sardinas; y por Tomás Alonso, pasando en el bus del colegio, llamaban la atención los jardines, antesala de la gran nave de la fábrica. Nos interesa el trabajo del arquitecto en la integración del edificio en la ciudad, entendiendo la pieza como parte del tejido urbano. El proyecto no se limita a la definición del edificio en sí mismo, sino que abarca un objetivo más amplio, abordando su encaje en el paisaje urbano, tanto en sus frentes a las calles Tomás Alonso y Avenida de Beiramar como hacia la propia ribera del mar. Proyecta unos jardines hacia Tomás Alonso, entre la nave principal y la calle, entendidos como antesala y presentación del edificio principal, permitiendo su apreciación desde la distancia y dotándole de un alto grado de representatividad. Por otro lado, hacia el mar, repite la fachada, dotándola de la misma importancia, ya que formará parte de la fachada de la ciudad al mar. Otro de los grandes valores y oportunidades de este edificio es el seguir estando ahí, como parte del riquísimo patrimonio industrial de la ciudad. Integrado en el tejido residencial, al que complementa y enriquece desde un punto de vista espacial y formal, siendo un reto de nuestros días encontrarle un nuevo uso que contribuya a dinamizar la ciudad. Nos hace pensar en actuaciones como la del Matadero en Madrid, convertido en referente de actividades de vanguardia. Nos interesa la posibilidad que existe de pensar como conservarlo y aprovechar su valor como potencialidad en la diversidad de la evolución urbana. La identidad de una ciudad se va conformando en el tiempo y este edificio, junto a otros muchos, representa una época. Nos alegramos de este homenaje a Manuel Gómez Román por su obra que aportó calidad a la ciudad de Vigo y qué mejor homenaje que su obra se reconozca y perdure en el tiempo.

La arquitectura a pequeña escala, Antonio Davila

  • El edificio que Manuel Gómez Román proyecta para don Tomás Carrera en el número 25 de la calle Alfonso XIII tiene la virtud de la arquitectura a pequeña escala y de la integración (junto a los edificios del arquitecto José Franco Montes en colindancia con aquél) en una imagen homogénea de calle. Para los que consideran que esta característica es un valor añadido, aquí lo tenemos. Una pequeña pieza, con un orden de simetría vertical y rígido a partir de una galería apoyada en unos limpios vuelos de cantería y huecos verticales a cada lado. Prácticamente sin ornamentos, con un remate de torreón siguiendo procesos de composición que, por similitud parcelaria, Gómez Román repite en otros puntos de la ciudad como en las calles Uruguay número 9, Taboada Leal número 16 o Colón número 12, entre otros. Muy al contrario de otra arquitectura de gran escala (Pastor, Simeón, Mülder o Correos y Telégrafos) y con connotaciones eclécticas, parece que en estas pequeñas piezas empieza a encontrar una arquitectura menos ornamentada. Sin llegar al racionalismo. Muy al contrario de la complejidad formal de otras obras como la de la calle García Barbón número 91 (compleja y rica composición en fachada, como compleja y rica fue su vida), se mantiene sin grandes alteraciones y forma un armónico conjunto con los números 23 y 27 con frente a la Plaza de la Estación. Obra de periferia urbana, de posible presupuesto reducido y probablemente por eso contenida. Crea con su entorno cercano una imagen urbana uniforme, sirviendo de ejemplo a otras actuaciones posteriores, aunque menos afortunadas en el tratamiento de los materiales. Se mantiene otra de la constantes de su arquitectura, el uso del granito, material único y utilizado por todos en la época. Aquí con menos filigrana, si lo comparamos con ejemplos tan significativos, en este característica, como el Banco Pastor el Edificio Simeón, ejemplos de otras formas de entender la arquitectura.

Extrema desnudez y eficacia, Salvador Fraga

  • Por aquel 1923, Manuel Gómez Román tenía 47 años, era ya un arquitecto de genio que había diseñado espléndidos edificios. En su madurez creativa contacta con un equipo singular. Lo lidera Antonio Valcarce, empresario admirador de la industria alemana y el trato con los ingenieros. No se trata de colaborar en una conservera ni una metalúrgica, sino de algo más primario: un edificio para hacer pan. Hace falta agua, buena y abundante. Se eligió una parcela con copiosa mina de agua sana, situada por encima de la ciudad, en la falda del Castro. De ahí, el emplazamiento que hoy admiramos. Se iban a trasegar miles de toneladas de cereal, de ahí, los posteriores silos que hoy catalogamos. Pero sobre todo, se necesitaba un buen orden. Saciar de carbón los hornos y sacar cada día, limpio, puntual y fresco, el pan a la calle. Se hizo cerca de 60 años. ¿Cómo trabaja en equipo el polifacético y cosmopolita Gómez Román? Por el edificio Mülder sabemos de su interés por Horta y Van de Velde y en términos de arquitectura industrial, círculos próximos transitaban ya hacia un racionalismo estricto. La monumentalidad de Behrens desaparecía en las nuevas fábricas de Gropius y Meyer. Sea como fuere el papel del arquitecto de recursos cultos, la respuesta arquitectónica en Vigo es una organización de extrema desnudez y eficacia. La disposición de cuerpos edificados, aprovecha el desnivel de la parcela para organizar la cadena productiva. El grano entra por el punto más alto y, por gravedad, pasa al lavado, la molienda, amasado? y así hasta los furgones que cargados de pan salen bajo las tres arquerías (perfectamente conservadas) situadas en la cota más baja. El centro de un esquema de libre simetría se reserva al hogar, los hornos, al tótem de la chimenea fabril. Sus valores, utilidad y transitoriedad, movilidad y caducidad. Una honestidad radical que permitió evolución y larga vida. Hasta su lógica final, el actual "problema de las ruinas industriales". Ahora, resolver este problema sería el mejor homenaje.

Una lección de ritmo, composición y forma, Pablo Menéndez

  • La obrade Manuel Gomez Román supone una gran aportación a la imagen de la ciudad en su conjunto. Sus edificios repartidos por el centro urbano conforman gran parte de la imagen modernista de la ciudad; todos ellos nos comunican el talento y determinación de un arquitecto en su tiempo. Se trata de una arquitectura con gran valor añadido, una lección viva sobre estereotomía, composición, ritmo y forma. La arqtectura modernista se sitúa entre la arquitectura neoclásica y la arquitectura del siglo XX; constituye para mí un fenómeno extraño y fascinante. Son edificios que procuran la innovación, lo nuevo y la proyección de futuro con herramientas del mundo artesanal. Sucede en plena ebullición industrial, emplean un lenguaje ecléctico para expresar el zeitgeist de una época inmersa en grandes cambios sociales y culturales. Pues Casa Mülder es, sin duda, uno de los edificios más relevantes de la arquitectura modernista realizada en Vigo a principios del pasado siglo. en la fachada hacia la calle Montero Ríos simétrica hasta el encuentro con la fachada sobre la calle Pablo Morillo se sitúa un arco adintelado que recuerda el ambiente parisino o vienés de la época, los cafés. El abocinamiento de los arcos en las puertas de acceso sobre los frentes curvos adelantados transmite el peso de una fachada magnífica. Sobre el Paseo Marítimo los huecos son más pequeños, troquelados sobre la piel de piedra; hacia la esquina con Pablo Morillo la verticalidad es más pronunciada, y en planta tercera se modifica la altura de planta, el ritmo horizontal, los huecos ganan profundidad y continúan la fachada por encima de la línea de cornisa con alargados dinteles y pináculos tallados en piedra. Aunque se repiten los recursos compositivos la diversidad de temas es el común denominador. Me llama la atención el trabajo de forja realizado para las barandillas y la carpintería de madera, las aplicaciones de cerámica en fachada con seres mitológicos o fantásticos y finalmente una cúpula de forma ovoide realizada con pequeñas piezas de cerámica vitrificada de color cobrizo. Es para mí el más digno representante del Arts & crafts en la ciudad, un edificio que transmite los valores de lo artesanal a través de un trabajo minucioso, preciso y que busca la belleza de las cosas. Solo puedo desearle una restauración integral realizada con la misma pasión por el trabajo bien hecho con la que fue construido hace más de un siglo.

Modernista, vienés, bello, bellísimo, Iria Sobrino

  • Arquitectura efímera, culta, moderna prerracionalista o retrofuturista, arregionalista en cualquier caso, sin firma acreditada aún. Arquitectura ligera, ligerísima, tanto que sólo es de papel, de atrevimiento funcional, casi inocente. Pabellón flotante para el proyecto de Club Náutico en 1912; con treinta y siete años no era arquitecto, pero proyectaba ligero de equipaje.La disciplina pesa, la representatividad ata, la tradición obliga al respeto. Arquitectura pesada, tan pesada que casi no respira; cenotáfica, que tiende a lo sublime en lo pequeño (*sic Boullée). Modernista, vienés secessionista, bello, bellísimo. Caminamos hacia atrás en lo proyectual, o hacia delante de espaldas, si lo prefiero. Esta es una reflexión sencilla desde la investigación de cierta arquitectura 'naïf' ("Le Douanier"); en cada arquitecto hay muchos arquitectos, yo he querido ver a éste, otros estudiosos, proyectistas o curiosos ven a otro, pero éste también es Manuel Gómez Román.

Modernista, ecléctico y regionalista. El arquitecto vigués, que acabó su formación a edad tardía en Madrid junto a su amigo y compañero Antonio Palacios, dejó una importante huella en la ciudad tanto en su diseño como en su vida cultural y política.

Martín de Cominges recuerda la incesante actividad en la fábrica de Alfageme siendo un crío y propone reconvertirla en un recinto ultural como el Matadero de Madrid. Salvador Fraga destaca su compromiso galleguista -fue presidente del Partido Galeguista, formó parte de la corporación viguesa e impulsó la Real Academia Galega- y elige La Panificadora. Una solución industrial perfecta diseñada por un "polifacético y cosmopolita" Gómez Román. El mismo que diseñó la Casa Mülder, "uno de los edificios más relevantes de la arquitectura modernista" en la ciudad como recuerda Pablo Menéndez.

Lejos de impactantes obras como ésta, el edificio de Correos o el Simeón, Antonio Davila recupera una pequeña pieza en Alfonso XIII, una inmueble en granito, una de las "constantes" de su arquitectura, que "crea una imagen urbana uniforme".

Iria Sobrino reproduce, por su parte, dos diseños inéditos que Gómez Román ideó en su juventud y en si madurez - un pabellón flotante y un cenotapio-, que también forman parte de la herencia inmaterial que el arquitecto dejó en Vigo

Las consideraciones de estos cinco profesionales despertarán e incluso aumentarán el interés sobre un arquitecto cuya vida y obra conmemora estos días la Fundación Penzol, en colaboración con el Concello y Galaxia, con una exposición en la Casa Galega da Cultura.