La noche viguesa pierde uno de sus puntos de encuentro, el café-bar Choco

El establecimiento cierra sus puertas tras cincuenta años de historia y más de quince como punto de encuentro de una legión de vigueses

Una imagen del interior del local del Choco

Una imagen del interior del local del Choco

A. DE SANTOS | VIGO

El Choco inicia su cuenta atrás tras medio siglo formando parte de la historia de Vigo. El emblemático café-bar cesa su actividad con el año. El paulatino deterioro que ha ido sufriendo el local especialmente en estos últimos cinco años, al que se suman ahora problemas legales con el contrato de alquiler de renta antigua, hacen inviable la continuidad de este local. "Cada vez que hay una ciclogénesis tenemos problemas, que cada vez son más graves y esto no nos permite continuar", afirma uno de sus responsables, José Lorenzo.

Así, este clásico de la noche viguesa, convertido en lugar de encuentro de miles de vigueses a lo largo de los últimos quince años, echará la verja para no levantarla más. Acaba de esta forma una singladura que el Choco comenzó en 1963, cuando Pilar González y Armindo Lorenzo decidieron trasladar su bar Choco de Redondela a Vigo, donde abre como restaurante un año después, tras la reforma que realiza el arquitecto Arturo Fraga del local, un bajo textil lóbrego que la familia alquila muy cerca de la antigua estación de tren, en la calle Alfonso XIII.

Durante años fue un referente en la restauración en Vigo, hasta que el 1999, tras la jubilación de Pilar González y Armindo Lorenzo, muda de piel y se convierte en un espacio musical y cultural de la ciudad que no tardó en hacerse un hueco en la noche viguesa de la mano de la siguiente generación Lorenzo-Lago. En este periplo, fue plató de trabajos audiovisuales, performances y desfiles, y alcanzó fama como uno de los mejores lugares para disfrutar de un café y esa primera copa en un ambiente agradable y con buena música.

Los nuevos responsables del Choco respetaron muchos de los elementos de su época como restaurante, reciclando el mobiliario, que cambió una utilidad por otra, para mantener de esta manera la identidad que le había dado popularidad en Vigo. Quienes han disfrutado de un café en este local recordarán sin duda su exposición permanente de carteles de películas con este cefalópodo como protagonista y la fotografía enmarcada del buque Serpa Pinto en el muelle de La Habana en la década de los cincuenta que contempló desde siempre a los clientes desde su posición privilegiada encima de la cafetera. Ahora el Choco, como el Serpa Pinto, leva anclas de Vigo, que pierde otro de sus locales de referencia.

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