El puerto que hace semanas despidió al mayor crucero del mundo recibió ayer a uno de los megayates más lujosos del planeta, y con diferencia, el más grande de cuantos atracaron hasta la fecha en sus muelles. Como avanzó FARO, el Luna -115 metros de eslora y 20 de manga- llegó a Vigo procedente del Mediterráneo vía Gibraltar en una travesía con destino Alemania. Su imponente casco, valorado en 400 millones de dólares, despertó una gran expectación nada más adentrarse en aguas portuarias.

Y no solo por la ostentosidad de una superestructura aterrazada en cuatro cubiertas al aire donde hay dos helipuertos, y además de piscina, también yacuzzi exterior; tampoco por el exquisito confort que oculta un interior con diez cabinas de 100 metros cuadrados y un sofisticado equipamiento que solo para la diversión ofrece ocho lanchas auxiliares y hasta un submarino. Allá donde escala este buque, despierta la curiosidad de quienes lo observan sobre todo por haber pertenecido, hasta el pasado abril, a quien se le atribuye el inicio de la "guerra de las esloras" librada entre los hombres más ricos del planeta: el magnate ruso Roman Abramovich, propietario entre otros tantos holdings empresariales, del que dirige el equipo de fútbol inglés Chelsea. En el puesto 19 del ranking mundial de superyates, "si no fuera por ser quien es su anterior dueño, posiblemente no llamaría tanto la atención", reflexionaba Joaquín Fernández Davila horas antes de que el Luna entrase en su puerto.

Como había anticipado su consignatario, el buque atracó en la dársena de Marina Davila poco antes de las cuatro de la tarde. Pero su estancia aquí apenas duró una hora. Al poco de amarrar, el capitán decidió cambiar de muelle ante la previsión de vientos cercanos a los 25 nudos de velocidad. Escoltado por un buque de Prácticos de la Autoridad Portuaria, las sucesivas maniobras de atraque y desatraque entre Bouzas y la Estación Marítima dieron otra oportunidad más a los vigueses para apreciar el distinguido semblante de un buque considerado, técnicamente, "yate de expedición" por su capacidad para cubrir largas travesías sin necesidad de parar ni para repostar ni para avituallarse. A bordo viajan 25 jóvenes tripulantes comandados por un capitán que al menos hasta ayer pretendía permanecer amarrado en Vigo entre dos y tres días, dependiendo de cuándo amainase el temporal.

Botado en 2009 por los astilleros alemanes Bermerthaven, pese a su corta vida el Luna acumuló una gran fama durante el tiempo que perteneció a Abramovich. En su cuaderno de bitácora figura como primer viaje el realizado tras su entrega,después de muchas pruebas de mar, el 10 de abril de 2010, en Noruega. Y como era de esperar en el multibillonario ruso, lo hizo a lo grande: aterrizando él y su familia directamente en el buque con uno de los helicópteros de su también amplia flota aérea.

Cuando abunda el dinero en una cuenta corriente cualquier capricho parece posible. Pero en el caso de Abramovich, su fascinación por los megayates no tiene límites. Al mes de estrenar el Luna, recibió del astillero alemán Blohm&Voss el Eclipse, de 160 metros, destronando por unos pocos metros de diferencia al Dubai, hasta ese momento el mayor buque de su clase del mundo. Otro juguete náutico cuyo coste rondó, según algunos medios británicos, los 600 millones de euros y dotado de un equipamiento tan estrambótico que hasta incluye sistema antimisiles y un láser "antipaparazzi" que bloquea los disparos de las cámaras digitales.

Poco duró el trono de Abramovich en el reinado de los megayates. En concreto, hasta el año pasado, con la botadura del Azzam, de 180 metros. Propiedad del presidente de los Estados Árabes Unidos, el considerado en la actualidad el yate privado más grande del mundo costó 620 millones de dólares. Y casualidades del destino, ayer se cruzó con el Luna cuando navegaban por Portugal: uno hacia Gibraltar, y el otro rumbo Vigo en busca de refugio.