El estudio pionero de caracterización de la biodiversidad marina de Cíes protagonizado por el equipo de biólogos catalanes se basa en un método similar al que emplea la Policía Científica al inspeccionar la escena de un crimen. Por algo les llaman el "CSI del mar", en alusión a la popular serie de televisión norteamericana. "Exacto", confirma sonriente el director del proyecto Metabarpark. Y tal cual ocurre en las investigaciones policiales, si en estas los agentes emplean bastoncillos impregnados de esos peculiares polvos blancos para detectar huellas dactilares que permitan identificar al sospechoso, en la investigación de Xavier Turon, además de vestir neopreno y cargar con la botella de aire, recurren al martillo y escarpa. A partir de aquí, al igual que en clínica forense, en los resultados concurren, y en gran medida depende de ellos, diferentes procesos tecnológicamente muy avanzados.

La primera parte de la investigación en Cíes, la más rudimentaria, se realizó entre el 8 y el 11 de septiembre. Los tres investigadores buzos recolectaron muestras en siete ámbitos de las isla Sur, Medio y Norte en fondos marinos de tres comunidades: rocosas someras, profundas y de cascajo. También se pretendía estudiar el efecto de la presencia de algas invasoras en estas poblaciones. En total sacaron a la superficie 21 muestras de comunidades bectónicas raspando 25x25 centímetros de roca; otras 7 de tres litros de volumen de fondos de cascajo (Maërl); y 4 de sedimentos del Lago dos Nenos, "por indicación expresa del dirección del Parque Nacional", detalla Turon. De algas invasoras, al menos de la Sargassum Muticum, una de las más temidas, no hallaron poblaciones desarrolladas, por lo que podrían dirigir el próximo muestreo a otra variedad de planta también foránea.

Todas estas "pistas" o "evidencias", como las calificaría el argot policial, se preservaron en alcohol y formol para su posterior traslado hasta el laboratorio del Centro de Estudios Avanzados de Blanes (Girona) del CSIC. En este punto está ahora la investigación, y por las explicaciones de su máximo responsable, no parece un proceso nada sencillo: "Separamos todos los organismos por fracciones de talla. Los que tienen más de 5 milímetros, de un milímetro y de hasta 60 micras. Lo más pequeño lo descartamos. Entonces, cada muestra se convierte en tres submuestras de tamaño diferente y cada una de ellas se homogeinizan con un mortero; literalmente se machacan". De toda esta criba quedan sedimentos y organismos, de los cuales, gracias a la aplicación de unos productos químicos, extraen el ADN. "Lo que hacemos después es amplificar los genes seleccionados y mandar lo que amplificamos a un secuenciador que está en Suiza. Aquí hay aparatos de secuenciación masiva que generan millones y millones de secuencias. Y son muy caros, por cierto", resalta.

A estos primeros muestreos de septiembre le sucederán otros el próximo año. Aunque en lugar de efectuarlos después de verano, será antes de la época estival. De esta manera, sostienen los investigadores, podrán comprobar si se produce una variabilidad estacional e interanual.