"Es un proceso fantasioso-científico". Así resume en qué consiste la composición de una obra musical Juan Eiras, el vigués encargado de crear la sinfonía sobre las siete cantigas del trovador Martín Códax con la que, el 19 de noviembre, el Concello de Vigo quiere celebrar el centenario del hallazgo del documento del siglo XIII que las contiene y que revolucionó los estudios sobre la lírica gallega: el Pergamino Vindel. Será "un gran poema musical", avanza.

Nunca con el estómago lleno, para evitar "el coma digestivo". Preferiblemente, después de "soñar" dormido. Si es de tarde o de noche, mejor. Y siempre, con el móvil apagado y sin ruidos, porque "cualquier distracción te hace perder el hilo". En estas condiciones compone Eiras, sobre una "caótica" mesa, llena de papeles con anotaciones sobre la obra que evoluciona en su mente, una tableta y un ordenador. Echa mano de un piano para probar distintas sonoridades, pero el resto suena en su cabeza. "La inspiración llega a través de la concentración y el trabajo; lo de que surge en la ducha o el coche, es un mito", asevera. Si se bloquea -como le sucedió en un par de ocasiones con esta obra-, la deja que "refresque" y se toma un par de días de descanso. "Cuando regresas, lo escuchas de otra forma, es perspectiva", cuenta.

Para el "Laberinto azul (I). Poemario Vindel" -como ha bautizado la sinfonía que está a punto de acabar-, Eiras ya tenía una concepción clara del conjunto desde el principio. "Es difícil de explicar. Hay quien ve colores o imágenes. Yo escucho la música. Sé hacia dónde quiero ir, en textura, en color? Es intuición. No se aprende", describe.

Pero "crear de la nada, no existe", asevera Juan Eiras. El compositor vigués suele inspirarse en "modelos exógenos". En su anterior obra sinfónica, encargada por la Real Filharmonía de Galicia, "Old Sailor's Room" (La habitación del viejo marinero), utilizó el cuadro homónimo de Urbano Lugrís. En esta ocasión, estaba dado: el Pergamino Vindel.

Por la premura del encargo, le dedicó "menos de lo que quisiera" a estudiarlo. En un mes se empapó con tratados y estudios. Empleó el formato del documento para la primera de las fases de la creación de una obra: la precompositiva, la más científica, en la que se define la estructura. "Tiene mucho que ver con la proporción y las matemáticas, como hacer los planos del edificio", ejemplifica. De las dimensiones del pergamino sacó la duración de la sinfonía; de las cuatro columnas del texto, el número de secciones; y de los pentagramas, la proporción. Lo pensó como "un gran poema musical", en el que introduce la forma del leixaprén tan característico de las cantigas. Pero "por encima de todo está el arte" y en la siguiente fase, la artística, esta estructura rígida se pone al servicio de la fantasía.

"Al principio pensé en qué tendríamos en común Martín Códax y un compositor actual. El paisaje sonoro ha cambiado radicalmente. El único nexo común quizá sea el mar". Este es el motivo por el que Eiras ha decidido introducirlo en la obra. Lo grabará, lo sintetizará y ese sonido refinado los proyectará sobre los instrumentos. Los de metal, imitarán sus golpes de aire. El mar también tiene reflejo en la partitura. "Es muy gráfico en el estribillo, que son como olas que rompen y retoman el movimiento cíclico", describe.

Del texto de Códax solo ha escogido ciertas palabras conceptuales, que serán entonadas por el barítono Eliseu Mera y la soprano Beatriz Riobó. "Que nadie se espere una obra de bel canto. Cuando mezclas la palabra con la música, siempre gana la primera y no quería que el pergamino perdiera el protagonismo", expone.

Por muchos siglos de distancia que haya entre la música medieval y la sinfónica contemporánea, "no son tan divergentes como se podría pensar", destaca Eiras, que encuentra similitudes en la concepción armónica y tonal. Encantado con el encargo, ha decidido darle continuidad con otras dos piezas sobre los juglares de la Ría de Vigo. El ciclo se completará con obras sobre Mendiño y Xoan de Cangas.