El mes de septiembre supone la vuelta a las aulas para miles de estudiantes, desde la Educación Infantil hasta la Universitaria. Habitualmente, la vida en el campus se suele identificar con los veinteañeros pero en esta dinámica se encuentran también 200 estudiantes "veteranos", los matriculados en el Programa para Mayores de la Universidad de Vigo, una modalidad que nació en 2002 y que, poco a poco, llama la atención de más gente mayor de 55 años, que por diferentes motivos, decide apuntarse a la "vida universitaria".

La Universidad ofrece dos tipos de ciclos en este programa, uno intensivo de tres años -equivalente a una Diplomatura- para iniciar los estudios y otro de especialización de dos años, con el que se obtendría un título similar a una Licenciatura y al que solo se puede acceder si se completa el intensivo o se posee un título oficial de diplomado o equivalente. En ambos ciclos, se ofrecen asignaturas de todos los campos, como química, derecho, estadística, historia, geografía, etc.

El perfil del alumno "veterano" es muy variopinto: hombres y mujeres se reparten prácticamente a partes iguales, la gran mayoría con una experiencia laboral de muchos años a sus espaldas y con ganas de seguir aprendiendo. Asimismo, no faltan aquellos que, por diferentes circunstancias, no pudieron estudiar una carrera en su momento, y ven estos programas como la oportunidad de cumplir un sueño de toda una vida.

La ilusión es la seña predominante de todos los matriculados en estos programas, los cuales ven como una oportunidad perfecta para retomar la actividad, por ejemplo, tras la jubilación. Es el caso de José Luis Mariño, de 68 años, que empieza ahora tercero del ciclo intensivo con muchas ganas de volver a las aulas de la Escuela Universitaria de Estudios Empresariales, donde se imparten las clases en los primeros tres años.

"Soy ingeniero técnico naval, trabajé y como tenía déficits en varios campos, sobre todo de humanidades, vi esto como una oportunidad y he conseguido cosas que en tantos años en mi trabajo no conseguí. Lo mejor es el ambiente, convives con gente que tiene los mismos intereses que tú", destaca Mariño, que había probado suerte en actividades culturales de asociaciones vecinales pero reconoce que no tienen nada que ver: "Esto es otro nivel, respaldado por la Universidad, con gente muy buena dando clases".

Estos programas han sido una liberación también para Carmen López, de 57 años, tras toda una vida trabajando en el sector de la banca, algo que no era vocacional. "Ahora tengo tiempo libre para hacer lo que me apetecía, ansias de aprender y lo estoy haciendo", apunta López, que destaca la "combinación de experiencias" que existe en las aulas gracias a la experiencia de todos los alumnos: "Hay debates muy buenos que de jóvenes era muy difícil tener, nos enriquecemos todos".

Los Programas para Mayores cuentan también con el valor añadido de poder compartir aulas con los estudiantes de las diferentes titulaciones que ofrece la Universidad en el CUVI. El presidente de la Asociación de Alumnos de las Aulas de Formación Abierta, Alejandro Otero, de 71 años, comenzará su quinto y último año este curso y valora muy positivamente la experiencia vivida en los últimos años en el campus vigués.

"Empecé a trabajar con doce años y mi asignatura pendiente era ir a la Universidad. Esto me cambió la vida, enconté un mundo totalmente diferente y estoy descubriendo una relación intergeneracional día a día", explica Otero, que cuenta que la integración con los alumnos más jóvenes es perfecta y muy positiva para todos. Destaca además la competitividad y las ganas de aprender, tanto de él, como de sus compañeros del Programa: "Somos muy disciplinados, competitivos. En el campus nos tratan como alumnos normales, tenemos que hacer un esfuerzo muy grande pero conseguimos destacar".

"Gratificante"

La visión desde la otra perspectiva del aula, la del profesorado, también es muy positiva. José Fariña destaca que su experiencia como docente en estos programas, desde 2002 hasta el pasado año, ha sido, sobre todo "gratificante". Reconoce que cambia mucho sentarse ante un grupo de alumnos de su misma edad o incluso superior, aunque para bien.

"Son más dispuestos, activos, están con ganas de aprender continuamente. Los echo de menos porque es algo muy grato", indica Fariña, que confía en que el programa siga creciendo en los próximos años y atrayendo a más alumnos.