Casada con un vigués -el contrabajo de la Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE, Roberto Terrón-, la tinerfeña Raquel Lojendio tiene ganas de subirse por primera vez al escenario del Centro Cultural Novacaixagalicia. Pero no es el único de los alicientes que le depara la actuación, sino que interpretará "un bombón" para ella. Lo hará con la Real Filharmonía de Galicia, una orquesta que conoce bien, dentro de la temporada de clásica de la Fundación Novacaixagalicia y de la programación de la Sociedad Filarmónica de Vigo. El concierto, en el que también intervendrá el trompa norteamericano Eric Terwilliger, es el jueves, a las 20.30 horas.

-¿Es una ocasión especial para usted?

-Sí, tiene esa parte sentimental de que mis dos hijos tienen sangre viguesa y está allí la familia de mi marido. Además, me apetecía ir a este teatro y esta obra es un bombón para mí. Es una pieza de lucimiento, aunque difícil. También me apetece cantar con este nuevo director, con el que nunca he trabajado.

-¿Cómo la describiría y qué significa para usted la "Sinfonía nº 4", de Gustav Mahler?

-Es uno de mis compositores favoritos, porque su manera de expresar sentimientos es muy afín a la mía. Me siento muy identificada. He cantado la segunda y la octava. Quizás la cuarta se diferencia porque es más pequeña, más íntima. En el último movimiento, canto una especie de lied con un tinte bastante pastoral que, dentro de una obra post romántica, choca un poco y le da esa sutileza de Mahler. Este compositor emplea la voz cuando quiere que quede muy claro un texto o una idea. En mi parte, describo cómo es la vida celestial. Soy casi como uno de los ángeles describiendo su entorno. Eso hace que la obra sea muy bella, pero también muy difícil, porque tiene que ser muy sutil y estar dentro de esa fatalidad escondida que siempre tiene Mahler.

-¿Qué supone para una soprano actuar con una sinfónica? ¿Qué lo diferencia de otro tipo de actuaciones?

-Para mí, la ópera es maravillosa, porque permite sacar la vena de actriz que tengo y que me encanta expresar. Pero los conciertos con orquesta pueden ser una maravilla. Siempre por de ejemplo, precisamente, la cuarta sinfonía de Mahler porque, después de ese tercer movimiento maravilloso que te envuelve, levantarte y cantar el cuarto es algo celestial. Me gustan mucho los conciertos porque estoy en medio de la orquesta, y te hace sentir que eres un instrumento más. Haces una inmersión total en la música. La sensación es alucinante. Una experiencia suprema.

-En qué momento de su carrera se encuentra?

-Siempre digo que "en el mejor". Hace dos años, también habría dicho que estaba "en el mejor", porque creo que el momento actual es el que vale y lo disfruto al máximo. El pasado ya no existe y el futuro aún no ha llegado.

-Acaba de participar en la iniciativa "Música en vena". ¿En qué consiste?

-Siempre había querido hacer algo, ayudar. A veces, tras un concierto, la gente se te acerca y, te dice: "se me ha olvidado lo mal que lo estoy pasando". Te hace pensar que, además de mi trabajo y el de mis profesores, algo de don debe haber y los dones también hay que regalarlos. Un día escuché una entrevista de la directora de Música en vena por la radio y me pareció que era justo lo que ya quería. Se trata de ir a un hospital, yo fui al Clínico de Madrid, con el repertorio que tú quieras y amenizar el tiempo que pasan allí, sobre todo a los pacientes en tratamiento de quimioterapia y diálisis, que echan muchas horas. Parece que hay algo de curación en el momento, que se sienten mejor en esas horas aburridas y dolorosas. Como me gusta la música moderna y no había un piano para un repertorio clásico, fui con un guitarrista y monté un programa de jazz y de temas más pop.

-¿Qué poder tiene la música?

-Imagínense las películas más emblemáticas del cine. Por ejemplo, la Guerra de las Galaxias o Memorias de África. Si le quitas la música, no es nada. Si no tuviéramos música para mejorar el día que llevamos o poder bailar, sería todo tan aburrido. La música tiene hasta un poder curativo.