"Con profundo sentimiento y con hondo pesar," el 10 de abril de 1884, ayer hace 130 años, FARO participaba a sus lectores el fallecimiento de Don Ángel de Lema y Marina, propietario-fundador de FARO DE VIGO "y padre de nuestros queridísimos y en estos instantes atribulados amigos, los director y ddministrador de este periódico, víctima de larga y penosa enfermedad "que sume en el mayor desconsuelo al joven director de esta publicación, y a todos sus redactores".

Decía la crónica que "muchas veces llevamos apuntado en ese gran libro de la finalidad de los seres, el nombre de un amigo querido, o de cualquier persona conocida; pero hoy la terrible guadaña de la muerte, segó la preciosa existencia de un hombre honrado con la virtud del trabajo, de un hombre consagrado continuamente al cariño de su familia y al bien de sus semejantes".

Sin que en tan críticos momentos fuera posible ocuparse en hacer una detallada biografía del finado, "a quien hace ya tiempo concedió S.M. el Rey el título de caballero de la Real y distinguida orden española de Carlos III, como el Decano de los periodistas gallegos", desde la redacción del periódico se limitaban "a acompañar a su contristada familia en el inmenso dolor que la aflige, y a desearle cristiana resignación para conllevar tan irreparable pérdida".

El entierro

Al día siguiente se publicó la reseña del entierro, dejando bien claro que no sería justo "ni cumpliríamos con el deber de la más rudimentaria cortesía, si dejáramos de hacer presente nuestra gratitud y reconocimiento hacia todas aquellas personas que la tarde del jueves, Jueves Santo, han acompañado a nuestro compañero, al inolvidable propietario-fundador de FARO, Sr. D. Ángel de Lema, a la última morada, donde reposan sus restos, para nosotros siempre queridos y siempre sagrados, porque en sus virtudes cívicas hemos de inspirarnos y a sus ejemplos acomodaremos los actos de nuestra azarosa existencia.

El numeroso cortejo que seguía el féretro, cuyo duelo presidían los Excmos. Sres. D. Manuel Bárcena y D. Antonio López de Neira, revela la simpatías y el aprecio que el finado supo captarse en las clases sociales de la sociedad, distinguíéndose siempre por su modestia y amor al trabajo, como apóstol ferviente del bienestar local, a cuya realización había contribuido con FARO DE VIGO en el campo de las letras y en el seno del Municipio como teniente- de alcalde y presidente de las Comisiones de Hacienda y Obras que ha sido en varias ocasiones. La crónica finalizaba con un "descanse en paz el finado y a sus jóvenes hijos, el más alto testimonio de la consideración pública".