Marinense del barrio de la Cuesta, Manuel Domínguez -uno de los dos desaparecidos- se crió en una familia de marineros en la que nunca se vivió nada parecido. A punto de cumplir 53 años y con casi 40 de trayectoria en el mar (empezó con 14), estaba soltero y era el tercero de cinco hermanos. En el Mar de Marín era el veterano, nadie como él conocía una embarcación en la que se había enrolado por primera vez a principios de las década de los 90.

De carácter afable y casero, cuando estaba en tierra se dedicaba a sus sobrinos. Sobrinos que, junto al resto de los Domínguez Mallo soportaban ayer una agónica espera de noticias sobre una aparición que no se producía. Quienes le trataban no escatiman en elogios. Tanto en lo personal por su condición de persona hogareña y sencilla, com o en lo profesional. "Se llevaba con todo el mundo y en el barco le querían mucho", apunta con cariño su hermana mayor, Josefa. El padre, también de nombre Manuel, destaca de su hijo que "era muy buen marinero". Lo dice desde el conocimiento de la que ha sido su profesión, y también la de otro de sus hijos, el que horas después de regresar del Gran Sol tenía que desplazarse a Vigo para seguir las labores de rescate de su hermano.

La desaparición del experimentado marinero deja un gran dolor en la casa en la que se reunía toda la familia. Una tragedia en la que no queda más esperanza que la de poder dedicarle un último adiós: "Que aparezca, queremos enterrarlo".