El 15 de marzo de 1904, se cumplen hoy 110 años, se celebró en aguas de la ría un encuentro entre Alfonso XIII, que con 17 años era el monarca más joven del mundo, y Guillermo II, emperador de Alemania. El primero se desplazó hasta Vigo en tren desde Madrid y el Káiser lo hizo a bordo del Koening Albert.

La real cita mereció amplio despliegue informativo y los principales periódicos de la Corte, y algunos extranjeros, enviaron a Vigo a sus corresponsales. En el FARO del día siguiente, 16 de marzo, se destacaba el extraordinario aspecto de la ciudad desde que rompió el día.

Numeroso gentío, a pesar de lo desapacible de la mañana, circulaba por todas las calles y se esparcían por los malecones y muelles esperando los acontecimientos que no habían de tardar en desarrollarse.

Las tropas con que se había reforzado la guarnición contribuían a dar mayor animación al conjunto, diseminadas entre la multitud que paseaba por las calles. Los trenes, a medida que llegaban, iban engrosando el contingente de población de un modo considerable.

Poco antes de las dos de la tarde, cuando la mayor parte de la población se hallaba comiendo o llenaba los cafés haciendo tiempo para tomar posición en las calles por donde estaba previsto el paso del cortejo real, se oyó un cañonazo, al cual siguió otro y otro hasta completar los 21 de ordenanza. Y todo el mundo comprendió que había llegado el emperador Guillermo.

El vapor del Lloyd Norte Alemán Koenig Albert, conduciendo al soberano germano, había fondeado no muy lejos del muelle de la Laje, hacia el oeste. Dándole escolta, venía el crucero Prinz Friedrich Karl, que fondeó mucho más lejos de la población, casi frente a Bouzas.

El rey llegó a Vigo pasadas las cuatro de la tarde y le hizo los honores una compañía del regimiento de Murcia con bandera y música y le estaba esperando todo el elemento oficial. Al entrar el tren en agujas, el castillo del Castro hizo una salva de 21 cañonazos y la música interpretó la marcha real y la fuerza presentó las armas.

Autoridades

El Rey descansó unos momentos en la sala de espera, donde le fueron presentadas las autoridades y comisiones. De la Casa Consistorial habían salido cuarenta coches para llevar hasta la estación a los invitados.

La comitiva real, escoltada por el escuadrón de Caballería, se desplazó desde la estación por las calles de Urzáiz, Príncipe, Puerta del Sol, Plaza y Triunfo hasta la Colegiata, donde se cantó un Te Deum en acción de gracias por su feliz viaje y de ahí al Ayuntamiento, donde tuvo lugar una recepción. Una vez finalizada, el Rey volvió por la Puerta del Sol y Policarpo Sanz, bajando por Colón y Concepción Arenal a la Avenida Elduayen, hasta el muelle de piedra, donde embarcó en el yate real Giralda.

El encuentro

Poco después, ambos soberanos se reunieron en el Prinz Friedich. El emperador, de almirante, esperó en el portalón del barco a Alfonso XIII, que subió "sereno y arrogante la escalerilla, luciendo vistoso uniforme de coronel de Hulanos. Seguidamente se abrazaron pero ninguna de las dos figuras egregias, curioseadas en tales momentos por miles de ojos, de prismáticos y de máquinas fotográficas, perdieron prestancia y compostura."

Se encaminaron al despacho del emperador y allí permanecieron durante 45 minutos, durante los que ondearon en el buque el pendón morado de Castilla y el estandarte imperial de Alemania.

Esa misma tarde, Guillermo II el Káiser devolvió la visita al rey, en el Giralda, donde mantuvieron otra reunión de una hora. Por la noche cenaron en el barco alemán y al día siguiente comieron en el Giralda. Esas reuniones originaron muchos comentarios, entre los que se hallaba la boda de Alfonso XIII con una princesa alemana.

Finalizados los encuentros, ambos emprendieron viaje, uno a Madrid y el otro hacia el Mediterráneo, de vacaciones, empleando los mismos medios de transporte en que habían llegado a Vigo.