El 19 de enero de 1924, hace 90 años, Palacios incidía en las bondades de Samil como zona clave en el futuro de la ciudad. Y la comparaba con la más famosa de las playas del momento, La Concha, de San Sebastián. Señalaba Palacios que La Concha de Samil tenía tres kilómetros de extensión desde Cabo de Mar a Vilamar y cuatro hasta Cabo Estay. Era, por consiguiente, dos veces más extensa que la de San Sebastián.

Decía que la línea que el mar dibuja en la playa de Samil "es de forma semejante a la tan alabada de la Concha, pero con más amplio radio que esta y por consiguiente en curvatura más abierta. La armonía de sus proporciones es perfecta".

"Nuestra playa, señalaba, es tan limpia como la donostiarra. En esto es verdaderamente insuperable y sus arenas son más finas aún que las de la Concha y como ella no tiene una sola roca en toda su extensión".

La pendiente de la playa de Samil era muy apropiada a su objeto de playa de baños. Suave en la zona de la orilla y más rápida pasada esa primera zona, "con lo cual quedan satisfechas y conciliándolas, las condiciones necesarías para los nadadores y las precisas para los que no lo son".

Las defensas contra los embates de alta mar estan en Samil prodigiosamente aseguradas, "pues mirando a las bocas de la bahía, lo que permite la renovación constante de las aguas de mar afuera, queda resguardada, sin embargo, de marejadas demasiado fuertes por la precisa situación de la pintoresca isla de Toralla".

Ponía también Palacios de manifiesto que no podía haber comparación posible entre el panorama que se divisa desde la privilegiada Concha de San Sebastián, "bonito, pintoresco, sin duda, pero un tanto diminuto, con el sublime que se contempla desde Samil. La grandiosa ría de Vigo tiene aquí su máxima anchura. La circunda la magnífica corona de montañas entre las que descuellan las altas cumbres del Alba y del Jaján, al lado de las cuales el Urgull y el Igueldo son montañucos de Portal de Belén..."

Pero la ventaja se hacía insuperable al comparar la islilla de Santa Clara, de San Sebastián, "con nuestras wagnerianas Islas Cíes que los antiguos llamaron por su grandeza y su hermosura las islas de los Dioses?"

¿Como, por mucho que se perfeccione la ya bellísima Donostia, podrá igualarse en un posible porvenir, más o menos lejano, con la espléndida magnificencia de la cadena de ciudades, que constituyendo en realidad una sola, contorneará entonces la incomparable ría de Vigo? ¿Cómo al ser salvado el estrecho de Rande por gigantesco arco y al circularse por ambas orillas a lo largo de la arteria central de una sola ciudad, podrá compararse tal conjunto con la ensenadita de juguete de la capital de Guipúzcoa?

Pero aún sin desenfrenar el Pegaso de la fantasía, podemos afirmar que La Concha de San Sebastián no tiene posible ampliación. Es playa única en esos largos acantilados de la costa de Guipúzcoa.

¡Ah, si aquello fuera posible, qué millonada para los donostiarras! Samil, en cambio, puede prolongarse indefinidamente por la hermosísima costa que la sigue hasta Bayona, singularmente con la magnífica concha de Panjón.

Carencias

Pero San Sebastián ganaba en perfecciones urbanas. Ya hemos dicho que en esto, como en tantos otras cosas, es un modelo la capital de Guipúzcoa. Vigo no cuenta aún con estas perfecciones.

Vigo no poseía, estaba aún muy lejos de ello, los grandes hoteles y alojamientos numerosos, que, no ya la población del porvenir, pero ni siquiera la del presente exigía. Es lamentable, señalaba, tener que reconocer que éste es un mal general en Galicia. Excepción hecha de Mondariz, que se ha adelantado en treinta años a los perfeccionamientos hoteleros de España y de La Toja.