Ni la Cámara de Comercio ni la Federación de Comerciantes de Vigo (Fecovi) elaboran estadísticas específicas sobre ellos. Y por eso -o tal vez por la pátina de pesimismo que imprime la crisis- es fácil pasarlos por alto. Sin embargo Vigo cuenta en sus calles con pequeños negocios centenarios que capean recesiones desde hace décadas. Algunos rondan la centuria, otros ya frisan el siglo y medio; pero a todos les une haber superado etapas duras, como los años de hambruna y cartilla de racionamiento que siguieron a la Guerra Civil, las crisis cíclicas que -como la de 1973- hicieron tiritar la economía o la reconversión industrial de los 80.

Su perfil suele responde al de oficios que se transmiten de generación en generación. Los abuelos pasan el legado a los padres y estos, a su vez, confían su saber hacer y secretos a los nietos. Un ejemplo claro puede encontrarse en la carnicería Cambeiro -en el mercado de Bouzas- que desde su apertura, en 1902, ha pasado ya por las manos de tres generaciones distintas; o también en la Joyería Ramón Fernández, en la calle Príncipe, ligada desde 1910 a la misma estirpe de expertos joyeros.

La clave de una vida larga y sólida es la capacidad de los negocios para adaptarse a los nuevos tiempos. A ese quid apunta Rafael Hernández desde el centro dietético Vanara -en Sanjurjo Badía-. El establecimiento que regenta desde 1986 abrió sus puertas en el lejano 1917 como ultramarinos. A medida que las grandes superficies comerciales y las franquicias de supermercados se hacían con la clientela, el negocio tuvo que replantearse su filosofía y apostar por la especialización. El "espíritu" de la tienda sigue siendo, sin embargo, el mismo que en aquel ya lejano arranque del siglo XX.

Otro caso que refleja cómo los negocios han sabido adaptarse al devenir de su profesión es la peluquería DJ, en Bouzas. El abuelo del actual propietario, Camilo Donsión, empezó cuando los barberos ejercían también de "quita muelas". Lejos queda ese perfil del que desempeña ahora Donsión. Su negocio arroja sin embargo otra clave para una vida próspera: el trato cercano con el cliente. Ese "ingrediente" se aprecia también en la Papelería La Comercial -en Príncipe desde antes de 1917-, la Farmacía Díez o la tienda Carbón Radio -en Camelias-, que supera con creces el medio siglo de vida. Purificación, su propietaria, explica cómo en ocasiones la familiaridad es tan estrecha que llegan a ir a casa de los clientes a cambiar bombillas. "Ese trato solo lo damos los pequeños establecimientos", anota.

Centro Dietético Vanara - Fundado en 1917: El dilema del tendero:especializarse o morir

De tienda ultramarinos a centro especializado en dietética. La historia casi centenaria del herbolario Vanara, en Sanjurjo Badía, oculta el gran dilema que afrontan los pequeños negocios: ¿Apostar por la especialización o tocar diferentes palos? Rafael Hernández se inclinó por la primera solución.

La familia de este antiguo trabajador del naval, que perdió su empleo durante la reconversión de los años 80, abrió en 1917 una tienda de comestibles tradicional. "Era una abacería, con productos que se vendían a granel, medidores de émbolo... Cosas que hoy suenan algo arcaicas", comenta Hernández.

Cuando en 1986 tomó el testigo del negocio decidió darle un giro y apostar por un único perfil de producto: el dietético. "Me decidí por la presencia masiva de grandes superficies, lo que nos obligaba a especializarnos o morir. En ese momento mi compañera trabajaba en una empresa de dietética catalana y me animó a derivar por ese ámbito", relata tras el mostrador de su tienda, flanqueado por estanterías donde -en lugar de los vistosos botes de conservas y cestos de fruta que se apilaban hace décadas, en su infancia- lucen ahora frascos, cajas y envoltorios con plantas medicinales y los últimos y más variados tratamientos de herbolario.

Sus recuerdos de la niñez se hienden sin embargo en el día a día de la vieja abacería. "Recuerdo como en aquella época los clientes eran casi como miembros de tu familia; incluso te llamaban a la puerta el domingo si, de repente, necesitaban algo para cocinar", comparte Hernández, que ejerce como presidente de los comerciantes de Teis. Otro cambio notable con respecto a su infancia fue el avance de la tecnología. El temor a que un fallo repentino en el suministro eléctrico les impidiese usar la máquina de cortar el embutido "nos llevó a sopesar incluso el tener una manual".

Carnicería Cambeiro - Fundada en 1902: Más de un siglo asomados al mostrador

Cuando Pilar Cambeiro se puso por primera vez tras el mostrador de su carnicería contaba 13 años y era tan baja que su abuelo -José Cambeiro, quien había fundado el negocio en 1902- tuvo que construirle una banqueta para que alcanzara el mostrador. Hoy Pilar ejerce como presidenta de los comerciantes de Bouzas y de su Mercado y, a los mandos de una tienda centenaria, reconoce: "Los negocios, con empeño, se sacan adelante".

"Mi abuelo empezó con la carnicería en el mercado de la ribera vendiendo cordero y casquería; después se fue al Mercado de Bouzas cuando abrió, fue el primer carnicero", explica Cambeiro antes de poner a su padre y abuelo -ambos del mismo gremio- como modelos de dedicación y entrega profesional: "Iban a la feria de A Cañiza andando y con un caballo para llevar la mercancía". A pesar de esos recuerdos, esta crisis marca -para la veterana carnicera- "el momento más duro; la cosa está mal, no se quita ni para gastos".

Incluso desde esa convicción Cambeiro se resiste al pesimismo. "Dios aprieta, pero no ahoga", exhorta convencida. A favor de la profesión juegan las comodidades que hacen hoy el trabajo mucho más llevadero. "Antes se partía todo a mano, incluso la carne congelada; ahora hay sierras y tampoco es necesario cargar tanto", detalla. Otro cambio con el que deben convivir -lidiar, en este caso- es el aumento de la competencia. "Hace años se comía más carne, ahora la gente tiene mucha más variedad de productos".

Para afrontar el reto de capear la crisis, Pilar está convencida de que su principal arma es el atractivo y fidelidad que rodea al pequeño comercio "de toda la vida". "Vienen a comprarnos hijos de viejos clientes. El trato de tú a tú vale mucho y en las grandes superficies no hay quien te aconseje así", concluye.

Joyería Ramón Fernández - Fundada en 1910: Cuatro generaciones ligadas a las joyas

"Mi bisabuelo aprendió el oficio de joyero en un taller de Santiago de Compostela en el que entró tras ganar un premio de dibujo. Con el paso del tiempo quiso irse a América; pero cuando llegó a Vigo para comprar el pasaje de barco su hermano le animó a quedarse en la urbe". La historia, que relata Verónica Cuiña desde la calle Príncipe, marca el origen de la Joyería Ramón Fernández, que acumula 103 años de historia en Vigo -se fundó en 1910-, primero en la calle Elduayen y tiempo después en el corazón de Príncipe.

La tienda -que hoy luce como uno de los negocios históricos del centro- empezó con apenas un pequeño taller y un soplete. "Mi bisabuelo era fundamentalmente platero; antes se hacía todo a mano", explica Cuiña. El empeño que puso su familia en el negocio -fue pasando de generación en generación- le permitió incluso mantener abierta la joyería durante la Guerra Civil. "Durante el conflicto enviaban joyas a Madrid y allí las metían en masa de lacre fundido para ocultarlas. Una vez terminó la guerra empezaron a devolverlas", anota Cuiña.

A pesar de las dificultades que supusieron episodios como el de la guerra que sacudió España entre 1936 y 1939, esta joyera lamenta que "no se recuerda una crisis como esta, tan larga y con tan poco futuro". A modo de ejemplo explica que en el taller de la tienda llegaron a trabajar hasta 15 profesionales; hoy solo emplean a uno. Herramientas para sortear las dificultades económicas son la ventaja de ser un comercio histórico, con una clientela fiel; y que el negocio esté ya inserto en el ADN de su propia familia. "Ellos siempre te apoyan", reconoce Cuiña. Una placa en la fachada de la tienda revela que la joyería es proveedora de la Real Casa desde 1922.

Farmacia Diez - Data al menos de 1870: Una botica que enlaza los siglos XIX, XX y XXI en As Travesas

Los orígenes de la Farmacia Díez -situada en la Avenida de Castrelos- se pierden en el siglo XIX. Su actual propietaria, Asunción Diez, asegura que los papeles más antiguos que se conservan en la trastienda datan de 1870; pero con toda probabilidad la botica abrió sus puertas tiempo antes.

"Mi padre, Eloi Diez, la compró en los años 50, hasta entonces pertenecía a Darío Acuña y Enrique Lagos", recuerda la farmacéutica, que se mueve entre morteros y básculas en As Travesas desde 1978, cuando entró a trabajar en la botica familiar.

En su casi siglo y medio de vida la farmacia ha visto cómo cambiaba el barrio. De la transformación dan fe viejas fotografías de la avenida que Diez conserva como parte del legado de la farmacia. El propio negocio tuvo que trasladarse durante cuatro años a otro local provisional cuando derribaron el viejo edificio que ocupaban para construir uno nuevo y más moderno en su lugar.

No menos cambios experimentó el oficio de farmacéutico. "Recuerdo que mi padre tenía que tener siempre preparado el maletín para la matrona", rememora Diez, quien reconoce que "antes se realizaban muchas más fórmulas y el tipo de recetas era distinto". El trato con el cliente también mudó.

La influencia de la publicidad o el torrente de información que recorre Internet hace que -cada vez más- los clientes acudan a la farmacia en busca de una marca de medicamento determinado, algo muy poco frecuente antes. Parejo con los tiempos, aumentó el número de farmacias y otros modelos de negocio, como las ortopedias.

Cuando se pregunta a Diez por la dureza de la crisis, recuerda las penalidades de mediados del siglo XX. "En la época del racionamiento trabajaban con cupos", apostilla tras su mostrador en Castrelos.

Papelería La Comercial - Vinculada a la familia desde 1917: La papelería que alumbra la calle Príncipe

El escaparate de la Papelería Comercial da color y brillo a la calle Príncipe desde, al menos, 1917. La tienda abrió sus puertas antes, pero ese año, con apenas 14, empezó a trabajar en ella Luis Lorenzo López. Una década después aquel joven compró el negocio por 33.000 pesetas que pagó a plazos durante un lustro. Desde entonces la papelería permanece en manos de su familia. Primero en las de su hijo, Luis Lorenzo Alonso; y -tras fallecer este- las de su nuera, Joaquina Mur, quien suma casi dos décadas tras el mostrador de la emblemática tienda.

"Mi suegro y mi marido fueron mis maestros; el mérito es todo suyo", apunta con firmeza Mur antes incluso de repasar la historia de la papelería. En sus manos el negocio conserva, sin embargo, el encanto que permite a su escaparate brillar en Príncipe. "Yo compro con el corazón. En los juguetes, por ejemplo, no trabajo el plástico, exijo que no tengan piezas pequeñas y que sus pinturas sean a base de agua para que los niños no se hagan daño", comparte la veterana comerciante. Ese mimo al escoger la mercancía concede un carisma especial a sus estanterías, repletas de colorido.

Tras el mostrador de la papelería, Mur confiesa que "lo que más me alegra es que vengan clientes y me digan que conservan todavía un juguete que compraron aquí hace años". Un pago sencillo que compensa "un sacrificio y esfuerzo muy grandes". "Trabajas en algo que te gusta, eso es lo importante; pero la verdad es que este momento es muy complicado. Antes de encargar un pedido tienes que examinarlo todo, hacer números... Este año, por ejemplo, estoy teniendo mucho tiento al hacerlo", anota Mur. La Comercial puede presumir de trabajar con casas prestigiosas de diferentes países, de España y el extranjero.

Peluquería DJ (Antiguo Lito) - Se traslada a Bouzas en 1928

El negocio es el mismo que hace 85 años. Su oficio, no. Cuando en 1928 Camilo Donsión abrió su peluquería, "Lito", en Bouzas, entre los servicios que prestaban al cliente las barberías -además de cortar el pelo- destacaban, por ejemplo, el cuidado de los dientes o la extracción de muelas picadas. Hoy el negocio ya no está en el mismo sitio -se ha trasladado varios números en la misma calle-, hace 15 años se rebautizó como DJ y el Camilo Donsión que ahora lo regenta, nieto del fundador, tiene un oficio bien distinto. Nada sabe de muelas. Corta el pelo, afeita barbas y, si se presta, mantiene animadas tertulias con los clientes.

Entre ambas estampas distan ocho décadas y tres generaciones de peluqueros. El espíritu del negocio pervive sin embargo. "Mi abuelo empezó en Traviesas; pero en 1928 se trasladó a Bouzas por el dinamismo que tenía el puerto", explica Donsión, quien a su vez tomó el relevo de su padre en 1974. Durante las cuatro décadas que suma con las tijeras en las manos Donsión ha visto cómo el oficio cambiaba al socaire de los tiempos y la propia ciudad.

"Antes casi todos los peluqueros eran músicos; mientras esperaban tocaban la guitarra, el acordeón... Y, además, sabían de todo a fuerza de charlar con la gente", recuerda. Esa proximidad con los clientes es -junto con herramientas y gustos- lo que más ha cambiado en las últimas décadas. "Siempre había tertulias... Venía gente de diferentes ideologías y se hablaba de política mientras alguien vigilaba en la puerta que no se presentara la policía" -rememora Donsión, animado- "se sintonizaba incluso la emisora de los Pirineos". Ahora, sin embargo, percibe que ese espíritu ha decaído. Otro cambio: la pérdida de los buenos barberos. "En Vigo hay muy poca gente que sepa afeitar", lamenta.