Si el principal argumento de José Blanco para justificar su apuesta por A Coruña como puerto nodal era, como él mismo confiesa ahora, rentabilizar la extraordinaria inversión realizada en Punta Langosteira, parece que erró en los cálculos. No solo porque si hubiera propuesto a Vigo no le costaría un duro ni al Estado ni a Europa, sino que el Gaiás herculino va camino de los 1.000 millones invertidos y ni tan siquiera la Autoridad Portuaria coruñesa se atreve a estimar cuándo podría amortizarse la faraónica infraestructura, todavía inconclusa ocho años después de iniciarse. Hasta la auditoría de Puertos del Estado le advirtió el pasado septiembre sobre su "elevado nivel de endeudamiento" a causa precisamente de la construcción de la terminal exterior. Además, para poder hacer esos números, antes debería concluirse toda la obra, que los operadores lleguen a ocupar su gigantesca explanada y que arriben los barcos. Estas son las principales fuentes de ingresos de una Autoridad Portuaria. Y de momento, pese a la intensa ofensiva comercial del Puerto coruñés, no hay muchas compañías convencidas de lo que más le preocupa de Langosteira: su seguridad.

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