La Real Filharmonía de Galicia (RFG) regresó ayer a Vigo a la hora de siempre, las 20.30 h, al teatro del Centro Cultural de la Fundación Novacaixagalicia. Es como una cita con un viejo amigo, en el mimo lugar a la misma hora. Y que no falte. Cada año la solvencia y categoría de la orquesta santiaguesa se demuestra más y mayor, y avala una buena velada de clásica.

El de ayer, como siempre, fue un concierto que no llenó pero tampoco presentó un aforo desangelado. Esta situación de perpetuo estado de equilibrio (balanceando al semi-lleno con el "efecto viernes") se da, al menos a mi juicio, porque la música clásica sigue encorsetada en el hándicap de las músicas casi minoritarias y para un "target" cerrado (lo que me parece un absurdo a combatir, la clásica es para todos, aunque quizá necesite remozar su "puesta en escena").

Ayer la Filharmonía interpretó tres obras. Abrió Octavio Vázquez con "Ewiges Licht II". Sobre el compositor gallego se ha dicho (y lo refleja su web) que "muestra la energía, la intensidad y la sensibilidad de un Franz Liszt (?) escribe y toca con una extraordinaria pasión romántica que es menos una sombra de un siglo pasado que una antorcha ardiente para el próximo." (Mark Greenfest, del New Music Connoisseur). La cita es apropiada para la pieza elegida por la Real Filharmonía de Galicia. Intensa y oscura, resultó un buen preámbulo para un siempre imponente Mahler, con los lieder "Donde las hermosas trompetas resuenan", "Canción del perseguido en la torre" y "Consuelo en el infortunio", de "El cuerno mágico de la juventud".

A la altura del checo

A Mahler venimos de escucharlo hace bien poco, la semana pasada, en hombros de la Orquesta Sinfónica de Galicia (que nos regaló una excelente interpretación de la Sinfonía nº 4 en sol mayor). Y la orquesta santiaguesa supo estar a la altura del checo, si bien no brilló con la fuerza y el poderoso cuerpo de su hermana coruñesa.

Y por último, tuvimos un cierre germánico con Egmont, Op. 84 de Ludwing van Beethoven que contó con la narración de Quico Cadaval. Interpretar a Beethoven, entre lo clásico y lo romántico, siempre azorado pero sin los vaivenes de sus seguidores decimonónicos, es todo un reto.

Fue una gala de obras elegidas con criterio y ganas de escapar a lo obvio, que sin duda demostró la valentía y el buen hacer del director Paul Daniel y las cualidades de la soprano Isabel Rey.