La virtud de los que callan es que evitan equivocarse. Su defecto, que cuando abren la boca son los silencios del pasado los que hablan. Y a voces. El Colegio de Ingenieros de Galicia dio ayer buen ejemplo. Durante años guardó un mutismo cómplice con las decisiones que primaron la alta velocidad en el norte gallego y relegaron a Vigo a un segundo plano. Gracias a ese silencio los vagones circulan hoy medio vacíos entre A Coruña y Ourense. Mientras, la principal ciudad de Galicia -metrópoli de la comarca más poblada- espera su turno con los ojos fijos en la variante de Cerdedo.

A la luz de ese pasado resulta chocante la súbita preocupación del Colegio de Ingenieros por la "rentabilidad" del Eje Atlántico. Más todavía que la condicionen a la ampliación de Rande o la gratuidad de un peaje que, proclama su decano sin sonrojo, es "un error". Quizás olvida que el sur pagó durante años uno de los peajes más caros de España mientras el norte disfrutaba de una presión menor.