"No hemos podido ni comer. Todo el día ha sido un no parar de visitas, rueda de prensa, fotos, el viaje desde A Lama..." Manuel Jesús, uno de los cuatro hermanos de David, desplega una hoja en la que ha ido anotando todas las entrevistas que afrontó su hermano desde que pisó Vigo -a las 11.00 horas- hasta que ingresó en el CIS Carmen Avendaño -a las 16.30- para ilustrar el "caos" del día. En la lista se cuenta más de una decena de citas. Y sin embargo David no pierde la sonrisa. Ni la paciencia. Incluso a las puertas del centro de la Avenida de Madrid se para con los periodistas para reiterar su agradecimiento. Son siete horas intensas; pero después de tres meses y medio en la cárcel saben a libertad.

La odisea de emociones empezaba para David a las nueve y media de la mañana. A esa hora Manuel Jesús y su cuñada aparcaban en A Lama para trasladarlo a Vigo. Una vez en la ciudad la primera parada, obligada, fue en la casa de sus padres, Edmundo y Olga, en la calle Sagunto. De allí salía poco después al piso que comparte con Liliana, su novia, en Talude. "Lo primero fue darle un abrazo a mi familia, es lo que más necesitaba, porque en la cárcel las comunicaciones, con el cristal, resultan muy frías. Quería sentir el calor de los míos", relata David. El resto de la jornada avanzó sazonada de abrazos con amigos en el barrio y entrevistas improvisadas, en el salón, en la calle... o a las puertas del CIS.

"Incluso atendió a la gente a la hora de la comida", relata Jesús Manuel. El compromiso no impidió a David disfrutar por primera vez desde diciembre de un buen plato casero. "Comió empanada, merluza y tortilla... Nos dijo que estaba harto de la comida de A Lama", lanza su hermano, feliz de ver a David al fin en casa. Un manjar rápido para estar en la calle a las cuatro en punto. A esa hora el ya ex inquilino del penal de Monte Racelo, acompañado por su hermano Marco Antonio y Liliana, recorrió Sagunto rumbo a su casa. "Tengo que hacer la maleta y el tiempo se me echa encima... Tampoco sé muy bien qué llevarme", bromea. Apenas media hora después acudía puntual a su ingreso en el CIS de la Avenida de Madrid para franquear el portalón entre gritos de "¡David grande!" y "¡Ánimo!" Su último gesto antes de cruzar el patio fue brindar tres besos: a su pareja, Liliana, a su padre, Edmundo, y a los medios a través de los que durante todo el día repitió su gratitud a la ciudad.

Prueba de ese apoyo son los pequeños detalles que se esconden en la casa de sus padres. Sobre una mesa, en el salón, se despliegan prendas con el lema "Justicia para David". A su lado una foto de familia y una camiseta del Celta firmada por todas sus estrellas. "Nos la dieron hace un mes. David es súper celtista así que Bermejo nos dio la suya firmada por los jugadores", recuerda Manuel Jesús. Queda la incógnita de si la camiseta viajaba entre las maletas que Reboredo llevo al centro de reinserción social. El único contenido que asomó durante su paseo por la entrada fueron los libros que cargaba en una mochila; compañía para sobrellevar los días que le restan en el centro de Avenida de Madrid antes de poder reunirse de nuevo con su familia y novia.