Las condiciones marítimas de la ría de Vigo siempre fueron reconocidas por los marinos españoles y extranjeros. Nuestras aguas fueron navegadas por embarcaciones prerromanas, navíos gaditanos y púnicos que dejaron su impronta en lugares como la isla de Toralla y la Punta do Muiño, en Alcabre. En sus orillas existen numerosos asentamientos romanos relacionados con la explotación pesquera. Y posteriormente, los ingleses y los berberiscos utilizaron frecuentemente las islas Cíes para recalar, reparar sus navíos y aguar.

De ahí que no fuera una casualidad que la flota de la Carrera de Indias de 1702 intentase salvaguardarse en la Ría de Vigo. Sus condiciones ya eran conocidas entonces. Las cartas náuticas inglesas de la época recogían, desde hacía mucho tiempo atrás y de manera muy precisa, esta parte de las costas gallegas. Pero lo que también recogían era la falta de defensas de entidad, lo que les permitió emprender numerosos ataques a las poblaciones costeras, como las famosas dirigidas por el pirata Drake, y la utilización de las islas como si fueran propias. Ello todo fue facilitado por la desidia de la Monarquía Española que centraba sus esfuerzos defensivos en la zona sur de la península ibérica. Las villas de la Ría no estaban preparadas para la defensa y sí, por el contrario, estaban acostumbradas a las visitas destructoras de flotas extranjeras.

La invasión napoleónica de España trajo consecuencias muy interesantes para la ría de Vigo. A partir de la derrota de Trafalgar en 1805, el poderío naval español quedó muy mermado. Y se temió que los ataques ocasionales de los navíos ingleses, que hasta ese momento se realizaban con cierta periodicidad, se transformaran en una invasión en toda regla.

La reconstrucción de la Armada se hacía necesaria no solo para defender las costas patrias sino también para mantener abiertas las comunicaciones con las colonias americanas. Entonces se pretende acelerar la construcción de navíos, utilizando los árboles de las dehesas reales, y se vuelven a plantear diferentes proyectos para la defensa de la costa gallega.

El Consejo de Regencia, recordemos que el rey Carlos IV y su heredero Fernando estaban retenidos en Francia, se plantea la defensa del Reino, no solo contra los enemigos tradicionales sino también para prever que los liberales, apoyados por Inglaterra, puedan instalarse en esta parte del territorio español.

En 1810, poco después de la expulsión de los franceses de la villa de Vigo, varios proyectos ven la luz. Se elabora un proyecto de arsenal en las islas Cíes. El capitán de navío e ingeniero D. Timoteo Roch proyecta una estructura simétrica, marítima y terrestre, con dársenas protegidas por espigones, en las que incluye gradas de construcción naval. En los espigones y en las zonas altas del complejo se establecerían baterías para proteger todo el complejo. Fue un proyecto demasiado ambicioso.

En las mismas fechas el ingeniero José Muller propone la creación de una base naval en la Ría de Vigo, incluyendo no solo el reforzamiento de la propia villa sino también la fortificación de las islas Cíes. Para esto se le encarga al Mariscal de Campo, Don Felipe de Paz, director inspector del Real Cuerpo de Ingenieros, que organice este trabajo en las islas. Como publicó ayer FARO en un artículo ilustrado con mapas inéditos, en julio de dicho año De Paz remite su proyecto que incluye la instalación de baterías en diferentes puntos de las islas y sus correspondientes cuarteles para salvaguardar la ensenada comprendida entre la isla de S. Martín y la isla de San Esteban, y para transformar el Lago dos Nenos, en zona de fondeo de embarcaciones menores. Es un proyecto global, que considera las islas independientemente. En cada una de ellas se establecerían baterías, cuarteles y zonas habilitadas para soportar la población que acompañaría a los cuerpos expedicionarios. Y al mismo tiempo podrían auxiliarse entre ellas cuando fueran atacadas. Propone la construcción de fortines de mampostería y la utilización de las rocas graníticas existentes, fáciles de labrar, lo que considera una gran ventaja.

De todo ello pocas cosas se realizaron. En concreto, sobre los cimientos del convento de la isla de S. Esteban se levantó un almacén-cuartel para un pequeño contingente, que ejercía labores de vigilancia más que de defensa. Estos trabajos parece que se complementaron con defensas de carácter provisional, construidas con madera, que provocó la protesta de los lugareños que participaron en el acarreo de los árboles, que no cobraron por su trabajo.

En la isla Sur no se tiene constancia de instalaciones militares, aunque la zona donde se aconsejaba la instalación de una de las baterías y sus cuarteles, para defender la playa de S. Martín y el fondeadero, fue donde posteriormente, en 1837, se construyó una fábrica conservera por parte de Don Ramón Buch.

El proyecto de Felipe de Paz, incluye una descripción muy interesante de las islas, aunque se centra en la de S. Martín y en la de S. Esteban. Describe con bastante detenimiento la orografía del terreno y las condiciones que facilitarían la subsistencia de los asentamientos proyectados. Recoge la abundancia de agua, lo que contrasta con la actualidad. En la isla Sur describe la existencia de un riachuelo que discurría por la vaguada central, que divide la isla en dos, con agua hasta en el verano y destaca una fuente en la ensenada de Hornos, hacia el Sur, con agua muy buena "que nunca hace daño por mucha que se beba", según le comentan los que recorren estos parajes.

Desde muy pronto hubo ingenieros y militares que proyectaron poner solución a la protección de la ría, fortificando las islas Cíes, con baterías en el canal Norte frente a cabo de Home, y en el canal Sur, frente a Monte Ferro. Lo que tampoco se llevó a cabo por el coste económico. Luego se pretendió cerrar la Ría entre Punta Balea y Alcabre con dos baterías, para finalmente limitarse a proteger la villa de Vigo y crear alguna zona de protección en Ríos, tras el monte de la Guía.

Proyectos e intentos que no fructificaron, en primer lugar por cuestiones económicas, y en segundo lugar porque asuntos de geopolítica restaban importancia a las costas del noroeste peninsular.

*Arqueólogo e historiador, autor, entre otros libros, de "Historia de las islas Cíes" y, junto a Miguel González Fernández, de "Crónicas históricas de las islas Cíes"