El primer emigrante gallego a las tierras lejanas se llamaba Gonzalo de Vigo, se le cita en la obra de Martín Fernández de Navarrete sobre viajes de los españoles y de él se habla con detalle el 2 de marzo de 1928 en una crónica firmada por Javier Montero. Cuenta que el 24 de Julio de 1525 se hizo a la vela, mandada por el general García de Loaysa una expedición que siguió la ruta de Magallanes.

En los primeros días de Septiembre de 1526 divisaron la isla sur del grupo de Los Ladrones, (Marianas) descubierta en el viaje de Magallanes, y al aproximarse, se acercó una canoa con hombres de tierra, pero uno de ellos los saludó de lejos al uso de España, de lo que se maravillaron, y diciéndole que fuese a bordo, no se atrevía sin que se le diesen seguro Real...

Lo obtuvo, entró en el buque, dijo que era gallego y que se llamaba Gonzalo de Vigo, procedente de la nao "Trinidad", del mando de Gonzalo Gómez de Espinosa. Que en viaje anterior de Magallanes había quedado en la isla con otros dos compañeros portugueses, a los que mataron los indios por ciertas sinrazones que cometieron, y que a él lo trajeron a esa isla en que hasta entonces se hallaba.

Se cuenta en la crónica que ese hombre sirvió mucho a la nao, porque sabía muy bien la lengua de las islas... Porque Gonzalo de Vigo había permanecido entre los indígenas, se internó en sus pueblos y convivió con Ios naturales. Sintió la necesidad de la permanencia y allí quedó.

El emigrante obedece al suelo a donde va y cuando logra bienes, cuando se apropia algo como una propiedad, un motivo de cultura o una causa nacida en los estímulos de la Naturaleza, se anuda a las regiones lejanas. Los recuerdos de la tierra de origen, se avivan y multiplican entonces en su memoria, y nacen las nostalgias de la morriña.

El gallego Gonzalo de Vigo, honrado, inteligente, respetó a los hombres de allá y los dominó a su manera, porque dominarlos es para un extraño quedarse entre gentes ajenas. Pero al mismo tiempo, curioso del mundo al que había llegado, no pasó por él sin darse cuenta.

Lo estudió con detenimiento y lo que pudo ser conquista trágica o imposición armada, se convirtió con los hechos de Gonzalo de Vigo, en un dominio inteligente, en una adaptación provechosa.

Informador útil

El gallego precursor de los emigrantes fue de la máxima utilidad para los de la flota. El relato de la expedición de Loaysa y sucesores, entre ellos Juan Sebastián de Elcano, que fue jurado capitán general a la muerte de García de Loaysa, consigna los grandes servicios de quien se les había aparecido providencial- mente. Y no sólo por el idioma, sino por los conocimientos geográficos, de costumbres y de estilos del lugar.

Según les dijo Gonzalo de Vigo, eran trece islas, "que corren N. S., desde 12º hasta 19° de latitud N. y que en ellas no hay ganado, gallinas ni otros animales, y los alimentos se reducen a gran cantidad de arroz, pescado, cocos, aceite de cocos y sal". Y con esa información partieron para las de Maluco antes de amanecer, yendo con ellos Gonzalo de Vigo por su voluntad.

Fue el batel a tierra y el gallego Gonzalo de Vigo sabía un poco la lengua malaya, y se entendía con los del país. Estaban haciendo amistades con el rey, que les quería dar provisiones...

Las dificultades con que tropezaron los descubridores al no entender a los naturales de las tierras de América y de Oceanía las resolvió, para una de las expediciones, el gallego emigrante Gonzalo de Vigo, hombre modesto pero útil, figura tan eminente ante Loaysa y Elcano como podría serlo un hombre de cátedra y laboratorio que hubiese aprendido la ciencia de vivir en las lejanías, hablase idiomas desconocidos para Europa, conociese usos y supiese la geografía local...