El 26 de febrero de 1903, y en primera plana, se daba cuenta de los graves incidentes surgidos dos días antes de Carnaval que se saldaron con tres muertos y varios heridos como consecuencia de una descarga de la Guardia Civil contra los ciudadanos concentrados ante la Casa Consistorial, en la plaza de la Princesa.

Los orígenes del sangriento suceso hay que buscarlos en una discusión en plena calle del Príncipe entre una máscara y el guardia municipal número 25, promoviéndose un ligero tumulto que apaciguó el inspector de policía Sr. Pazos, mandando detenido al máscara y ordenando al guardia municipal que se retirase.

El inspector informó al jefe de la guardia municipal de las medidas que había adoptado y le recomendó que la guardia procediese con la mayor prudencia, para evitar conflictos. Poco después aparecieron nuevamente en la calle del Príncipe el jefe de la guardia municipal Sr. Contreras y el guardia numero 25.

Acababa de entrar en la sociedad Gimnasio una murga formada conocidos, quedando fuera uno de sus miembros. Desde los balcones, algunos socios comenzaron a arrojar dinero y serpentinas, lo que hizo que se arremolinaran los chiquillos en torno del murguista.

Entonces el guardia núm. 25 se abalanzó sable en mano sobre el grupo, al mismo tiempo que el jefe de la guardia municipal Sr. Contreras repartía también sablazos a cuantos alcanzaba. Nuevamente el inspector de policía logró apaciguar el tumulto. El Sr. Contreras, acompañado de varios municipales, continuó por la calle del Príncipe, hasta la de Urzáiz, seguidos por un grupo muy numeroso que silbaba y gritaba ¡fuera ése!

Y la cosa no hubiera pasado de ahí, pero el Sr. Contreras tuvo la fatal ocurrencia da volver a la calle del Príncipe, al frente de varios guardias municipales, todos sable en mano, y las protestas contra aquella provocación arreciaron. Se reprodujeron los silbidos y hubo quienes comenzaron a arrojar sobre los agentes de la guardia municipal paquetes enteros de serpentinas, y algunas piedras.

El Sr. Contreras se dirigió a la casa del Alcalde, en la calle del Príncipe y la multitud le seguía gritando. Ya delante de la casa, se formó un grupo que ocupaba la calle en todo su ancho, agitando pañuelos, sombreros, paraguas. Entre la masa, los agentes de la guardia municipal blandían los sables sables y repartían cintarazos.

Sable en mano

Salió el Sr. Contreras sable en mano y poniéndose al frente de los municipales continuaron todos hacia la Puerta del Sol, seguidos siempre por la multitud, que se aprovisionó de piedras en la casa en construcción del Conde de Torrecedeira, (Edificio El Moderno) que eran arrojadas sobre los guardias. Los silbidos y los mueras al Sr. Contreras y a la guardia municipal se repetían constantemente. En medio da una lluvia de piedras, siguió el Sr. Contreras hasta la Casa Consistorial.

En aquel momento llegaban también al Ayuntamiento el capitán de la Guardia Civil Millán y el teniente Macías, seguidos de doce guardias de infanteria y dos de caballería, situándose en el vestíbulo en dos filas para impedir la entrada de la multitud.

De improviso, sin que los sucesos se hubiesen agravado, sonó un toque de corneta y casi simultáneamente una descarga de los fusiles de la Guardia Civil que se saldó con dos muertos y numerosos heridos, falleciendo uno más tarde.

La plaza se vació inmediatamente y los militares que había llegado de O Castro no llegaron a actuar. Más tarde los vecinos y la Cruz Roja volvieron para recoger a las víctimas.

Como consecuencia de estos sucesos hubo un paro general, dimitió el alcalde, Sr. Nandín, y el jefe de la guardia municipal y fueron expedientados los mandos de la Guardia Civil.