El 26 de enero de 1958, se daba cuenta del fallecimiento, a los 95 años de edad, de la ilustre escritora Sofía Casanova, diez días antes en la ciudad de Poznan, Polonia, según noticias recibidas en Galicia de una de sus hijas, Isabel, residente en Canadá.

Sofía Casanova fue una gran desconocida. Había nacido en La Coruña el 30 de septiembre de 1862 y de muy joven se trasladó a Madrid con su familia, donde fue bien recibida en los círculos literarios de la época después de haber sido publicados varios poemas suyos en Faro de Vigo, poemas que tenía guardados en su habitación, pero que su madre entrega al periódico movida por su amor hacia la futura escritora, que tenía entonces 15 años.

Príncipe polaco

Se casó en 1887 con el filósofo y príncipe polaco Vicenty Lutoslawsky, con el que tuvo tres hijas, lo que motivó que fuera repudiada por su marido y la familia de éste, ya que la descendencia del matrimonio no garantizaba la continuidad del apellido paterno, viviendo a veces al límite de la supervivencia.

Combinó sus desplazamientos continuos, como consecuencia de la carrera diplomática de su marido, con su trabajo de periodista y con el estudio de los idiomas de los países donde residió, lo que le permitió dominar ocho lenguas diferentes. Residió también mucho tiempo en Rusia, donde vivió las últimas horas de la Corte de los zares y la revolución.

Después de vivir unos años en Polonia regresó a Madrid y en su casa madrileña se daban cita gentes notables como Basilio Álvarez, Alfredo Vicenti, Ramón y Cajal o un joven Castelao que ilustraría su libro "Princesa del amor hermoso".

El de Casanova fue un caso auténtico de vocación literaria. Publicó novelas, cuentos, una comedia, y más de 1.200 artículos en periódicos y revistas en Galicia y Polonia. Como cronista tuvo mucho éxito durante la Semana Trágica de Barcelona, las campañas del Rif y la Primera Guerra Mundial, colaborando en los periódicos y revistas más prestigiosos de la época como El Imparcial, ABC o Blanco y Negro, la Gazeta Polska o el New York Times.

En 1906 fue elegida miembro de la Real Academia Gallega y en 1911 entró a formar parte de la Academia Española de Poesía. En 1925 su nombre se barajó entre los candidatos españoles al Premio Nobel de Literatura. En 1952, Real Academia Gallega la nombró Académica de Honor.