José Mª Acuña nació en Pontevedra, pasó gran parte de su vida en Santiago y, tras su jubilación, se estableció en Vigo con su familia donde vivió hasta su muerte, desarrollando una ingente labor creativa.

Como sordo desarrolló una enorme labor a lo largo de su vida en pro de su gente: Fue el primer docente sordo de Galicia y, durante una larga carrera en el colegio regional de Santiago, se dedicó a enseñar a varias generaciones de alumnos sordos, ejerciendo muchas veces "como un segundo padre" según reconocían ellos mismos y a su hogar siempre acudía algún alumno los fines de semana o días de fiesta. Fue un referente y una inspiración, un ejemplo con el que identificarse más fácilmente por ser uno de ellos.

Destaca su nieta, Begoña Cebrián Acuña que lo que le hizo más conocido a nivel general fue su gran talento artístico, "gracias al cual ha dejado una obra plástica que, como definió Torres Queiruga, es "unha ollada sobre a esencia visual de Galicia". Acuña se servía de lo cotidiano para dejar una visión personal de la historia de su pueblo creando un "monumento antropológico" de la Galicia del siglo XX. En su obra va relatando una historia del ser humano marcada por el trabajo, por las ausencias y por la penuria; pero también por la ternura, la "sorna" y la alegría de la fiesta.

Utilizaba un lenguaje clásico basado en el realismo extremo: "los rostros son los de personas corrientes, en ellos se reflejan los rastros de la dureza de la vida, los hay guapos y feos; describen psicológicamente al personaje y transmiten su estado de ánimo: preocupación, angustia, tristeza, duda, desconfianza, serenidad, inocencia, picardía, alegría, satisfacción"€

Su obra tiene alma, "late un corazón dentro del bronce, como tiene dicho más de un crítico. Los cuerpos son tratados con un cuidado exquisito, tienen las debidas proporciones, sin rebelarse contra la dictadura del compás; son vestidos con tal cuidado que parece que usase tela en vez de barro."

Esta opción por el clasicismo, tan a contracorriente de la época que le tocó vivir (el siglo de las vanguardias y abstracciones) tiene su explicación en el otro aspecto de su personalidad, pues Acuña era sordo de nacimiento y convirtió su obra en su palabra.

Otra vertiente fue su labor en el movimiento asociativo. No faltaba en congresos y celebraciones. Estuvo presente y apoyando la creación de muchas asociaciones gallegas, animando a sus alumnos y ex alumnos para que se organizaran, que se federaran, que estuvieran unidos y así poder lograr mejoras para su colectivo. Siempre fue recibido con cariño y admiración, y recibió múltiples homenajes; se puede decir, sin duda, que fue un verdadero maestro hasta el final de sus días.

Simbólicamente en Vigo recibió el último homenaje, "ya en sus últimos días de vida, y está relacionado con su labor docente, al darle su nombre a un colegio de la ciudad en el que se integran alumnos sordos. Fue un hermoso colofón que recogió su trayectoria vital, recordando esa labor tan importante para la sociedad y que hoy parece tan denostada, la de maestro."

Recuerdos

En su hija Luchy Acuña siguen vivos los recuerdos pese a los años transcurridos desde su fallecimiento: "Dicen que una persona nunca muere si se la recuerda. Veintiún años hace que se fue y todavía me llaman y escriben manifestando la emoción que le transmiten sus esculturas, porque los artistas tienen el privilegio de vivir para la posteridad a través de su obra. Y la de mi padre llega tanto al corazón de la gente, que he vivido a su lado experiencias maravillosas".

Y así cuenta el caso de una señora que al felicitarle besó sus manos "y mi padre se ruborizó como un niño y le dio un abrazo de gratitud". O una jovencita que estuvo más de una hora contemplando sus obras y escribiendo, cuando acabó se acercó a mi padre y le entregó una de las poesías más bonitas que le dedicaron: "Que tes que gardas man gallarda que a materia inerte con un sinxelo sopro de creador trasmites vida€".Hubo más poesías y una gran amistad. Se llamaba Clara.

Luchy cumple este mes setenta años "y he tenido unos padres maravillosos; que todavía me siento aquella niña de dos añitos que corría hacia él cuando me hacía una fotografía; que los dos me han llenado de amor que rebosa mi alma hasta que me reúna con ellos. A mi padre, especialmente, tengo que agradecerle que desde muy pequeñita me llevara a todas las exposiciones que había en Santiago y me transportara al maravilloso mundo del arte que tanto amaba. Fue único e irrepetible y me enseñó a disfrutar de las maravillas que nos rodean".

José María Acuña Pontevedra, 1902- Vigo, 1991

Nació en Pontevedra en 1902 y falleció en Vigo en 1991. Realizó sus primeros estudios en el Colegio Regional de sordos y ciegos de Santiago de Compostela.

En 1920 comenzó a trabajar con Asorey hasta 1922, que regresó a su casa en Pontevedra, siendo becado un año más tarde por la Diputación Provincial de Pontevedra, para realizar estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.

Ejerció la docencia durante muchos años en Santiago.

Su modelado era minucioso y dotaba a sus figuras de un sentir íntimo de gran emotividad. Cultivó un realismo romántico evocando tipos populares y peregrinos.

Participó en numerosas exposiciones y su obra, repartida por medio mundo, mereció numerosas distinciones, como la Medalla al Mérito en el Trabajo. En 1990 recibió la Medalla Castelao.