El escurridizo tiburón peregrino (cetorhinus maximus) vuelve a merodear por la costa. El escualo, de cuatro metros de largo y unos 300 kilos de peso, fue avistado el pasado sábado por un grupo de pescadores deportivos cerca de Cíes. Desde entonces los biólogos lo han buscado por casi todo el perímetro del archipiélago sin ningún resultado, pero hoy intentarán de nuevo localizarlo. Tanto esfuerzo por encontrarlo obedece al hecho de que no hay ninguna grabación submarina de un ejemplar de esta especie en aguas gallegas.

Raimundo Gil, Juan F. Ramos y Fernando Lobato observaron al animal mientras navegaban frente al islote de Agoeiro, un enclave rocoso situado frente a la isla sur de Cíes. Cuando comunicaron el avistamiento ya sabían que se trataban de un tiburón peregrino. Según la descripción que ofrecieron a la Coordinadora Europea de Mamíferos Marinos (CEMMA), el escualo, que puede alcanzar hasta los diez metros de longitud, nadaba con la boca abierta por completo, "lo que significa que estaba alimentándose. Estos bichos no comen otra cosa que placton. Y es que ni siquiera tienen dientes, de ahí que sean absolutamente inofensivo", explica el portavoz de la coordinadora, Alfredo López.

Los biólogos aseguran que los tiburones peregrinos tienen cierta predilección por el ámbito marítimo de las principales islas del Parque Nacional (Cíes, Ons y Sálvora). "Lo sabemos por los marineros, pero hasta para ellos es difícil detectarlos. Como no esté el mar en calma, nunca asoma a superficie más que la aleta. Así que el oleaje también le sirve para pasar desapercibido", detalla Gonzalo Mucientes, biólogo del Cetmar y responsable de varias investigaciones sobre escualos.

Si observarlo es complejo, más todavía grabarlo bajo el agua, e incluso colocarle un transmisor en la aleta dorsal. Esta operación requeriría tener al ejemplar en superficie y nada indica que vaya a cambiar su huidiza actitud. "No vamos con muchas esperanzas, pero volveremos a rastrear la zona", afirma Mucientes.