Finalmente, después de un año de inaugurada, el sábado 31 de marzo me acerqué a la Biblioteca Xosé Neira Vilas, interesada en concertar una cita con los bibliotecarios para una posterior visita de carácter profesional.

Al traspasar las dos puertas de cristal de la entrada me sorprendió un murmullo: ¿algún lector airado? No, es simplemente la Hora dos Contos. Guiada por el alboroto avancé hacia el interior. Allí unas sesenta personas, la mayoría pequeños de corta edad (entre tres y ocho años), padres, madres, y algunos abuelos escuchaban un cuento tras otro: risas, sobrecogimiento, expectación y aplausos iban acompañando las sucesivas lecturas.

Ocupados los bibliotecarios en su quehacer –imposible interrumpirles–, decidí recorrer los distintos espacios de la biblioteca: nada más entrar a mano izquierda, el rincón de la prensa y revistas; más adelante, zonas de estanterías con libros y mesas intercaladas, espacio para niños, audiovisuales, ordenadores. En la zona de las estanterías, lectores consultando libros; en el ámbito infantil, padres y abuelos acompañando a los niños en sus actividades, sentados o tumbados por el suelo; en el espacio de los ordenadores, adultos y adolescentes se entretenían o buscaban información; otros usuarios visionaban alguna película e incluso alguien trabajaba con portátil provisto de cascos.

El repaso a las estanterías, con más de 9.000 ejemplares, refleja un abanico de libros de actualidad, plurales y de distintas lenguas: cuentos de Borges, novelas de Herta Müller, Tolstoi, Auster, Rosalía, libros de Stephen Hawking, Eduardo Punset, una biografía de Steve Jobs, Mad Men… y obras de consulta. Todos los libros están forrados con plástico, colocados con cuidado en unas estanterías, bien señalizadas y asequibles. La disponibilidad de los fondos invita a revisar los títulos, alargar el brazo, bucear en su contenido y, finalmente, a llevarse esa novela, ese manual o esa película que atrae, interesa o se necesita para un trabajo.

De vuelta al mostrador de información y atención al público, aplazo de nuevo mi presentación a los bibliotecarios, esperando a un momento de mayor tranquilidad del personal. Me instalo entretanto en uno de los cómodos sillones de la entrada y desde allí asisto al trajín de esta biblioteca un sábado por la mañana, sucediéndose escenas como las siguientes:

En frente de mí, un joven, de origen marroquí, lee Faro de Vigo. Una niña disuade a su hermano más pequeño de pintar un cuento, más o menos en estos términos: "No es tuyo y por eso no puedes dibujarlo, además otros niños lo leerán después de ti". Más tarde, dos hombres, uno de media edad y otro mayor, comentan con complicidad las preocupantes noticias económicas que traen los periódicos. Casi a última hora de la mañana, otra niña, de unos tres años, antes de franquear la puerta, ya de salida, le pregunta a su madre: "¿Volveremos?", a lo que ella le responde con firmeza: "Por supuesto, volveremos". Pocos minutos antes, una mujer salía apresurada llevando en brazos a su pequeño, quien enfadado protestaba por tener que dejar la biblioteca.

Mientras esperaba tuve la oportunidad de hojear un ejemplar de la revista Arquitectura y Diseño, dio la casualidad de que fuese precisamente el número en el que aparece un reportaje sobre una casa proyectada por el arquitecto Quico Jorreto. Se trata de una vivienda contemporánea en las riberas del Miño, equipada tanto con muebles de diseño italiano y escandinavo como en Zara Home, más la contribución de la empresa viguesa Sirvent. ¡Qué oportunidad poder leer revistas que nunca comprarás por mucho que quisieras tenerlas en tus manos!

Durante ese intervalo de tiempo, en la biblioteca entraron y salieron personas de diferente edad y condición: niños y adolescentes, mayores, gente adulta; entre ellos, un hombre de unos treinta años, posiblemente extranjero, se marchó con libros tras recibir el carné de lector. Casi todos iban provistos de una bolsa en la que transportaban novelas, cuentos, cómics, audiovisuales. Interesante ese detalle de las bolsas de plástico, algunas de la propia biblioteca, expresión del cuidado orientado a proteger la valiosa y pública "mercancía". Ante el mostrador de información una pareja de rumanos se interesó por el servicio de préstamo. Volveré a coincidir con ellos a la salida, cuando la joven le señale a su compañero el buzón que se encuentra en la fachada para la devolución de los libros. La biblioteca presta tres documentos (libros, CD, otros) por quince días, con posibilidad de una renovación, excepto los audiovisuales, y permite ese trámite a través de una simple llamada telefónica o de un correo electrónico. Y además facilita la devolución fuera del horario de la biblioteca, en cualquier instante, depositando los ejemplares prestados a través del buzón externo.

De vez en cuando, alzo la mirada, y me alegro de encontrarme en un lugar tan acogedor, diáfano y transparente, que invita a entrar y a quedarse, bien señalizado, trato exquisito, fondos de interés para distintos públicos, actividades diversas (exposiciones, talleres, cursos, O sabadiño do Roque, presentaciones de libros, etc.). He conocido muchas bibliotecas y he pasado muchas horas de mi vida en ellas: ¿qué me llamó en particular la atención de la Biblioteca Xosé Neira Vilas? Pues el ver por primera vez a tres generaciones juntas (abuelos, padres e hijos) escaparse un sábado por la mañana a la biblioteca pública para asistir a una actividad (la Hora dos Contos, ese día), consultar sus fondos y utilizar el servicio de préstamo.

Transcurrida más de una hora, la continua actividad de los bibliotecarios atendiendo consultas y el préstamo me confirma todavía más en el interés de realizar una visita profesional que tendrá que postergarse a otro día. También me señala la conveniencia de una visita de los estudiantes del grado de Información y Documentación a los que doy clase.

Ahora a mí me queda expresar mi agradecimiento por el regalo de esa mañana del sábado a todas las personas que han contribuido a la iniciativa, desarrollo y mantenimiento de la Biblioteca Xosé Neira Vilas: políticos, ciudadanos que defienden el derecho al servicio de lectura pública, arquitecto, la empresa que desarrolló el proyecto, y, por supuesto, al director, a la técnica y a las auxiliares de la biblioteca, quienes además de profesionalidad reflejan esa cualidad conocida antaño bajo el nombre de "vocación".

A su escala, como biblioteca pública de proximidad, la Biblioteca Xosé Neira Vilas es un exponente magnífico de lo que debe ser una biblioteca pública: ese lugar para conocer, para aprender, para disfrutar, y para convivir. Y, es también un ejemplo del buen funcionamiento de los servicios públicos cuando están correctamente planteados y bien atendidos. Después de mi visita, me reafirmo en la consideración de la necesidad de las bibliotecas públicas, siempre, y más todavía en épocas de crisis. Todos hemos de alegrarnos de que Vigo disponga de esta estupenda biblioteca, que la hace más ciudad.

*Profesora Universidade da Coruña