"No me duele nada. No tengo ni reuma. ¿Qué más puedo pedir?" Francisco Pérez Pereiro, o Paco el de la Belga, como lo conocen en Vigo, alcanzó ayer el siglo de vida rodeado de su mujer, hijos, nietos y bisnietos. Muchos de ellos se desplazaron a la ciudad olívica desde diferentes partes del país aposta para festejar todos juntos el centenario "del abuelo" en una emotiva comida que se prolongó durante toda la tarde en el Real Club Náutico.

Poco antes de dar comienzo la multitudinaria celebración (con 56 comensales), Francisco no ocultaba la ilusión que le producía reunir a toda la familia. Tampoco en mostrar el buen estado –y el buen humor–, con el que ha llegado al siglo de vida, dotado de una memoria prodigiosa y lleno de lucidez. "Voy a bailar un tango con mi mujer. Siempre fuimos muy bailones", comenta. ¿El secreto de su longevidad? "No lo sé. Es un regalo que me hicieron de allá arriba". "Cuando me preguntan la edad, siempre me dicen: ¿Dónde hay que firmar para llegar así? Y yo les contesto que no firmé en ningún sitio", sonríe.

Aunque reconoce que está "mucho" en casa, no perdona su café diario por los bares del Casco Vello, donde reside. "Ya me conocen todos. Uno me regaló una tarta de cumpleaños", destaca. No obstante, la galería acristalada de su casa de la Plaza de la Constitución le permite "ver todo lo que se hace en Vigo". "Porque se hace en el Casco Viejo", apostilla.

Francisco Pérez nació en Ribadavia, el mismo día que partió de Southampton el Titanic, el 10 de abril de 1912. "Pero de aquello no me acuerdo", bromea mientras echa la vista atrás de su llegada a Vigo, en 1927. Tenía 15 años. "Empecé a estudiar en la escuela de Comercio. Aquí solo se podía hacer el peritaje; para el profesorado fui a Coruña. Fuimos cinco personas en la primera promoción de profesores mercantiles", relata Francisco.

Sin duda, una vida repleta de historias. Aunque no todas son agradables de recordar. Los años comprendidos entre 1936 y 1939 "fueron horrorosos". "Los más horrorosos de mi vida", recalca. La Guerra Civil le llevó como oficial movilizado por el ejército de Franco por una España rota y desangrada.

Pero poco después de regresar de las trincheras, el esfuerzo y sufrimiento de esa época de batallas fueron recompensados con el amor de Aida Cameselle, con la que contrajo matrimonio en 1940 y con la que, 72 años después, continúa felizmente casado. "Parece una jovencita", elogia Francisco a su esposa. En esa década –de los 40– se hizo cargo de la cristalería La Belga y recogió el testigo de su suegro, José Cameselle Rial, que abrió el negocio en 1920. Paco siguió la tradición de la vidriera artística y llevó a la empresa por buen camino hasta los años setenta, trabajando de sol a sol. Jubilado desde hace tres décadas, Francisco tiene una descendencia de 6 hijos, 15 nietos y 21 bisnietos. En su cien cumpleaños: "Los años que vengan, bienvenidos serán", concluye.