Todos los días, sin excepción, el Comedor de la Esperanza abre sus puertas justo a mediodía para dar de comer a los necesitados. De lunes a sábado ofrecen platos calientes y cuentan con la ayuda de entre cuarenta y cincuenta voluntarios que se turnan para ayudar en el servicio. Los domingos y festivos son las hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl las que se encargan de repartir bolsas con bocadillos, bebidas y alguna fruta o dulce.

Una labor silenciosa que llevan ofreciendo sin pausa y con una sonrisa en la boca hace ya unos treinta años y a la que suman otros servicios paralelos, como la posibilidad de darse una ducha los lunes, miércoles y viernes en horario de mañana, o la de recibir ropa.

Precisamente para reconocer este trabajo, la Asociación de Mulleres Diálogos 90 les entregará el próximo sábado el premio "Galegas Destacadas 2011", en un acto que tendrá lugar en el Pazo Quiñones de León y que está integrado en el programa organizado para conmemorar el aniversario del fallecimiento de la escritora y pensadora Concepción Arenal.

Son diez las hijas de la Caridad que viven en Vigo y será Sor Milagros de la Fuente la que recoja el galardón en nombre de todas sus compañeras. "Me da un poco de reparo porque yo no soy nadie", señala, pero se muestra contenta por un reconocimiento que extiende a toda su comunidad religiosa. "Si nuestro trabajo sirve para que los que no tienen nada coman, es suficiente", señala.

Reconoce que el número de personas que acuden al comedor cada día ha ido aumentado a medida que la crisis económica se ha agravado y llegan a picos de 130 o 140 personas al día, aunque la media es de unas cien frente a las cincuenta o sesenta de hace dos años. También el perfil del comensal se ha ampliado y se acercan no solo indigentes, sino también gente que no tiene lo suficiente para comer todos los días.

Paralelamente también se ha incrementado la solidaridad. "Vigo es una ciudad generosa y ahora más", asegura Sor Milagros. De hecho, subraya que, hasta el momento, nunca han tenido problemas para dar de comer todos los días a los que se acercan al comedor. "La Providencia siempre vela y hay empresas que nos dan comida, lugares que hacen celebraciones grandes y que luego nos traen lo que sobra, todo en perfecto estado, y gente particular que nos trae sus aportaciones", enumera. "Preferimos que sobre un poco y darlo al día siguiente a que nos falte comida", apunta.

Además, resalta la tarea de los voluntarios, cuyo número también ha ido aumentado progresivamente. "La gente se ofrece ahora con más frecuencia, tiene sensibilidad ante los problemas de los demás y quiere aportar algo a la sociedad con sus servicios", explica Sor Milagros. La única pena que le queda es la falta de vocaciones religiosas. "Nosotras somos diez y todas tenemos ya una edad", lamenta. Por eso anima a los jóvenes a seguir el camino que ella misma emprendió hace casi sesenta años y a que sus familias les apoyen en la decisión. "Y lo volvería a hacer sin ninguna dura", asevera, "y eso que a mi familia no le gustó nada pero yo me siento totalmente realizada".

Junto al comedor, las Hijas de la Caridad atienden en Vigo a niños derivados del servicio de Protección de Menores para lo que cuentan con un hogar infantil. Una labor que reconoce más dura pero que también da satisfacciones. "Saber que estás ayudando al que lo necesita es recompensa más que suficiente", concluye.