Ciento sesenta y seis páginas las más de ellas de poemas integran este libro aunque, para permitir al lector entrar en el paisaje urbano en que germinaron estos versos, aquí y allá entre ellas aparezcan fotografías de sus calles y edificios. Una composición de Carmeliña cierra el libro, y ella fue precisamente la poeta que ayer abrió el acto de su presentación con un recital de propio cuño. El de un Premio Nacional de Declamación.

El pueblo siempre sintió la poesía, la creó y transmitió de modo oral en composiciones breves, sencillas en fondo y forma, sin convencionalismos ni artificios retóricos. Ese sentir es lo que, según Juan José García, presidente de la asociación vecinal de este barrio, se ha pretendido canalizar primero con los certámenes poéticos realizados y después con la edición de este libro que los ensambla verso a verso. "Pretendemos impulsar nuestro idioma, así como las fiestas tradicionales, nuestra música... Todo eso que nos da una identidad como gallegos, aunque nuestra especificidad está en el barrio que habitamos", dice el mandatario vecinal.

Se canta lo que se pierde

El hecho es que junto a la literatura culta corre otra paralela que muestra el sentimiento poético de un pueblo o, en términos más actuales, de una comunidad urbana que es pueblo arracimado en la ciudad. Esa misma es la que surge del intestino poético de la Asociación de Vecinos del Calvario, que por fin puede ver impresos en el papel sus versos. "Se canta lo que se pierde –dice el prologuista parafraseando a Machado– y tal afirmación se hace cierta al leer estos poemas vecinales en los que se imponen los amores contrariados, los paraísos perdidos, la infancia nunca recuperada... aunque también aparezcan entre ellos cantos a la esperanza, a la patria chica o al hermoso paisaje del entorno".

Desde el poema escrito al lado del bastón en que su autor se apoya con que abre el libro al de juvenil pasión arrebatada que lo cierra, hombres y mujeres, jóvenes y mayores pueblan sus páginas con la carga de sus versos. "Aquí no se encuentra –nos dice el prologuista– esa poesía refinada, de arquitectura compleja, llena de elementos decorativos y resonancias musicales, pero sí el verbo que conjuga todo un caudal de sentimientos, el lenguaje que se siente con la carne y con la sangre."

Y también hablaron ayer en la presentación del libro de la virtud terapéutica del poema: sanar a través de actos poéticos que repercuten en el inconsciente, como nos proponía Jodorowsky en el Club Faro el pasado año. Será o no cierto pero la poesía aparece aquí como un alivio, una descarga en vez del diván, un alternativa piscoterapéutica al alcance de todos.