Imposible entender el arte gallego del siglo XX sin la figura de José Otero Abeledo, Laxeiro (1908- 1996). Dicen de él los expertos que resumió desde los años treinta la huella espiritual de la pintura atlántica, con una capacidad de fábula tan prodigiosa que sólo podría tener antecedentes en otros gallegos como Valle Inclán o Cunqueiro y con una facilidad para tocar nuevos lenguajes artísticos comparable a Picasso.

Para su nieto Carlos García- Suárez Otero, Laxeiro era "un genio, un sentimiento, una bellísima persona muy comprometida con Lalín, Vigo y Galicia y que al mismo tiempo era un gallego del interior y de la costa, con lo que ello tiene de persona reservada y abierta al mismo tiempo. Y un hombre muy generoso. Muy poca gente sabía que era uno de los que más aportaba a las obras sociales de la Colegiata" .

Su relación se intensificó desde que en los primeros años setenta Laxeiro se asentó en Vigo "y era a la vez un abuelo protector y un amigo, un gran conversador" a quien acompañaba muchas veces a la tertulia en el Goya "a cuyo dueño en una determinada ocasión le vaticinó que el local acabaría convertido en una droguería o perfumería. Y así fue".

Su condición de gran conversador le llevó a contar con tertulias estables en El Derby y después en El Goya y cuando estaba en Madrid, en el café Gijón, ya que tenía un piso en el mismo edificio.

Sus estudios

Tuvo su primer estudio en Vigo en la calle del Príncipe, en la buhardilla del edificio en cuyos bajos estaba Fotoclub, tienda de revelado de fotografías y sala de exposiciones. "Era la buhardilla típica de pintor bohemio, con una lareira, una habitación con una cama y después una sala llena de lienzos. El baño estaba afuera, al final de una galería. Muchos discípulos fueron allí a clase con él. Siempre tuvo palabras de ánimo para los que empezaban, y a muchos de ellos les compró obra. En un mundo tan especial como el del arte y los creadores, "la mayoría hablaba bien de él".

Después se cambió a una ático en la casa conocida como La Plancha, al principio de Príncipe, en la Porta do Sol y el último en la calle Urzáiz, donde estuvo el cine Odeón, muy cerquita del Derby y después el Goya y donde falleció".

En su condición de secretario general y director de la Fundación Laxeiro, su nieto Carlos García- Suárez señala que "o dormía poco o aprovechaba muy bien el tiempo. Las tardes-noches eran su momento preferido para disfrutar de sus amigos y de las tertulias, porque necesitaba estar rodeado de gente como de respirar. Porque era un gran conversador, muy tolerante y captaba las ideas de los demás. Pese a esa intensa actividad social tenía mucha capacidad de trabajo que se traduce en una gran obra. Llevamos catalogadas 3.582 piezas y hay más. Quince años después de su fallecimiento sigue estando ahí, se mantienen la cotización de su obra y se han ido reduciendo las falsificaciones de manera considerable, porque un equipo de expertos analiza las piezas una a una para las expertizaciones".