Xavier Paz se define como “acompañante” y resta protagonismo a su acción feminista, pero desde hace años es el único hombre que asiste de manera habitual a las concentraciones que convoca cada último jueves del mes, enfrente del museo Marco, la Rede de Mulleres contra os Malos Tratos de Vigo. Recién licenciado en Biología por la Universidad de Santiago de Compostela, Paz comprendió en 1973 de que ante las injusticias “no vale callar”. El mismo año en que se creó la Asociación Galega da Muller y el feminismo eclosionó en la comunidad, él se convirtió en habitual de los actos reivindicativos de género. En 2006 hizo público su compromiso con el poemario Filoxenia do sangue (colección Tambor, editado por la Diputación de Pontevedra), una obra en la que dedica un capítulo - “Inventoras da vida”-a la mujer y que se suma a la extensa producción literaria e investigadora que ha desarrollado en el Instituto Español de Oceanografía (IEO).

-¿Está la sociedad lo suficientemente concienciada con la desigualdad de género o conservamos los roles sexistas del pasado?

-La sociedad, de arriba a abajo, desde la judicatura a los personajes públicos o las modas, muestra poca conciencia con este tema. Al decirlo estoy pensando en algunas sentencias judiciales que se han hecho públicas en los últimos años o ciertas modas que marcan una diferencia tan brutal entre lo masculino y lo femenino. Sí se nota cierto avance, por ejemplo, en el trato que recibe la violencia de género en los medios de comunicación, donde ha pasado de estar enmarcada en los “sucesos” a entenderse cómo lo que realmente es, un cáncer social.

-¿Es la violencia de género un punto clave en esa lucha?

-Hasta hace poco los problemas en los que se centraba el feminismo eran otros, como el aborto, la sexualidad de las mujeres... Ahora toma fuerza la violencia machista, algo que yo entiendo como una manifestación de “terrorismo íntimo” por lo que representa. Lo preocupante es que ese problema está muy relacionado con la cultura y los roles sociales y eso no es algo que se pueda estripar por decreto.

-¿Qué papel juegan los hombres en esa toma de conciencia?

-La participación de los dos géneros es fundamental porque este es un tema en el que ambos deben sentirse afectados por igual. Yo, por ejemplo, recibí una educación en la que las mujeres tenían ciertos roles y luego, con el paso del tiempo y gracias a mi militancia con feministas muy activas, me di cuenta de que las mujeres no sólo son eso. Entendí que estaba participando en esa situación que relega la mujer al ámbito doméstico y que tenía que remediarlo, aunque sólo fuera en mi vida particular.

-Y a nivel general, ¿cree que son mayoría o minoría quienes han optado por cambiar las cosas, como usted?

-La realidad se puede constatar en el día a día: entre todos los senadores y diputados de más de 60 años que nos representan sólo hay una mujer, lo mismo sucede en el mundo empresarial o en la propia Iglesia, que aún no permite a las mujeres acceder al sacerdocio. También en el ámbito doméstico es muy raro asomarse a un patio de luces y ver a un hombre tender la colada. La sociedad tiene pendiente concretar y reivindicar lo que hoy en día se considera algo natural: la igualdad de los dos géneros en todos los ámbitos, el social, el cultural, el laboral... De momento la equiparación de derechos existe en la Ley, pero no en la práctica.

-¿Cómo se refleja esa convicción en su poesía?

-En mi libro Filoxenia do sangue dedico varios poemas dentro del capítulo “Inventoras da vida” a las mujeres. En ellos aludo a la función femenina como sostén de vida y hablo en contra de la violencia de los hombres. Lo que pretendo es hacer una llamada escéptica desde el papel infinitesimal que puedo aportar, con la voluntad de consolar a las mujeres por esta situación. Ante esta injusticia no vale callar. Yo creo que somos lo que hacemos, pero también lo que no hacemos y eso constituye una manera más de participar.