Aunque no desglosa la cantidad destinada al arreglo de mobiliario urbano y la limpieza de tags, grafitis u "otras pintadas", el Concello de Vigo gasta cada año cerca de 140.000 euros en paliar los efectos de "actos vandálicos". La cifra está a años luz de los 12 millones invertidos por Madrid o los 215.000 de Oviedo, pero dobla los 70.000 euros empleados en Pontevedra o los 50.000 que gastó en 2009 el Concello de Ourense. Para frenar este lastre en sus cuentas, el gobierno de la ciudad de As Burgas ha hecho suya la máxima maquiavélica de "si no puedes con tu enemigo, únete a él" y paga a grafiteros locales para que recuperen espacios degradados de la ciudad. La noticia ya ha llegado a la política y el arte urbano vigués con la polémica bajo el brazo: ¿es posible poner al servicio del sistema un arte de origen contestataria?

Powone tiene 33 años, estudió diseño gráfico y lleva desde los 15 pintando murales por toda la ciudad. Hace un par de años decidió hacer de su hobby un empleo y pintar de encargo en cierres y muros privados. "La medida de Ourense solucionaría muchos problemas de guarradas porque daría a la gente más tiempo para mejorar la calidad de sus trabajos" –explica– "yo he tenido que dejar algún mural a medias para huir de la Policía". De la misma opinión es Ban1, quien ya ha tenido que comparecer varias veces ante los juzgados y confía en que "los auténticos escritores de grafiti aceptarán". Para este graffitero con una trayectoria de 11 años, el problema vendría de "los chavales" con menor experiencia. "No van a erradicar los tags porque en el momento en que lo intentasen volverían con más fuerza", dice Powone.

El optimismo no cunde por igual entre todos los artistas. "Los grafiteros no van a aceptar ese doble rasero de que se aprovechen de ellos y después se les persiga" –afirma Ash–, un licenciado en Bellas Artes que dejó de usar su spray sobre los muros de Vigo hace unos años- "además muchos tienen trayectorias vandálicas y por eso no aceptarán". Frente a ese argumento está el esgrimido por quienes apoyan la medida y defienden que no hay mejor manera de evitar un grafiti que pintar otro. "Nosotros valoramos el estilo, el trazo, el prestigio del autor...", asegura Ash. En base a esas características y su "código ético" los grafiteros no escriben sobre otras obras. Con todo, este artista reconoce que "los que no tienen ataduras pintan por encima". "Al fin y al cabo el movimiento, en origen, rehuye las vías oficiales de expresión", revela Ash. Buen ejemplo de ello es Aley, grafitero de la calle Hispanidad desde 1995, quien comenta que "cada uno tiene su zona". "Esas propuestas de los ayuntamientos me parecen una manera de controlar a los grafiteros. Yo respetaría lo que pintasen fuera de mi barrio, pero no aquí, en mi territorio".

Un ejemplo que cunde

Tras la decisión del Concello de Ourense está el empeño de Cristina de Padua, fundadora de la Asociación Arte Bruta, en la que se integran además de grafiteros, otros artistas urbanos, como músicos o bailarines. Fue ella la que propuso al gobierno local que aprovechase el talento de los "jóvenes artistas". "Nosotros le presentamos propuestas al Concello todos los meses y, si acepta, le pasamos un presupuesto donde incluimos todo para que decida", razona de Padua. De momento su iniciativa ya ha permitido la "redecoración" de la Plaza de la Estrella, las columnas del pabellón municipal donde trabajan y varios armarios de semáforos. Que su éxito es trasladable a otros municipios lo acaba de demostrar hace unas semanas Umberto Loureiro, quien ha montado en Monforte de Lemos una empresa –Condición Creativa– dedicada, entre otras cosas, a pintar grafitis. "Tenemos un proyecto para un par de calles y estamos preparando bocetos para los muros", cuenta Loureiro. Uno de sus mayores trabajos fue para el propio Concello de Monforte durante el taller de pintura mural "Cultura Urbana".

Frente a la postura dialogante de ayuntamientos como Ourense, Monforte o Leganés –en 2006, su gobierno local creó un museo al aire libre con cuatro muros dedicado al grafiti en donde los artistas pueden pintar con spray– que han optado por acercarse a los grafiteros, está la de Madrid, que lleva años desmarcándose de ellos e incrementó hace una semana sus sanciones. El departamento de Medio Ambiente dirigido por Ana Botella ha aumentado las multas hasta situarlas entre los 1.500 y los 3.000 euros, llegando a los 6.000 euros para los casos reincidentes. La ordenanza municipal permite poner sanciones de entre 300 y 3.000 euros, así que las multas se moverían entre las penas máximas permitidas.

Aunque el Concello de Vigo no ha planteado hasta la fecha una iniciativa similar a la de Ourense o Leganés su postura está también alejada de las restricciones de la capital del Estado. La Concellería de Xuventude, dirigida por la nacionalista Iolanda Veloso, apoyó en los últimos años la decoración remunerada con grafitis en los patios de varios colegios locales y el muro de cierre de las pistas de atletismo de Balaídos. Además de eso, la concejalía organiza las Xornadas Moceando y el Programa Duplo R, con actividades para los graffiteros; así como un servicio de contacto entre grafiteros y personas interesadas en decorar sus propiedades.