El acto oficial estaba previsto para las doce del mediodía. Pero el corte de la cinta que libraba el paso de un lado al otro no se produjo hasta las 12.37h. En aquel mismo instante quedaba inaugurado el puente de Rande, principal infraestructura del tramo de la Autopista del Atlántico (A-9) entre Vigo y Pontevedra.

Yo estaba allí cubriendo el histórico momento aquel sábado, 7 de febrero de 1981; es decir tal día como mañana hace treinta años. De modo que pude contarlo entonces y puedo recrearlo ahora de otra manera, con la ventaja añadida de saber qué es lo que pasó luego y lo que entonces era imposible adivinar: que la A-9 se convirtió en la infraestructura vertebral más importante de la historia de Galicia, pese a que hizo correr ríos de tinta impresa por sus mil y una vicisitudes conflictivas.

Quizá el detalle que más sorprende de aquel "día memorable", tal y como se recogía en las laudatorias crónicas periodísticas de tan destacado acontecimiento sea la ausencia general de las principales autoridades, tanto estatales, como autonómicas, provinciales e incluso locales. Un hecho absolutamente insólito.

Ni el ministro de Obras Públicas y Urbanismo, Jesús Sancho Rof; ni el presidente de la Xunta pre-autonómica, José Quiroga Súarez; ni el presidente de la Diputación Provincial, Federico Cifuentes Pérez; ni tampoco los alcaldes de las ciudades de Vigo y Pontevedra. Ninguno estuvo allí. El cargo más importante fue Juan B. Diamante, director general de Carreteras, quien ostentó la representación del ministro, acompañado por el gobernador civil, Joaquín Borrel Mestre, y eso sí, muchas representaciones, tanto políticas como sociales e incluso vecinales.

Allí no estaban todos los que eran, porque se encontraban muy lejos dilucidando una cuestión política de enorme trascendencia. Nada más y nada menos que la elección del candidato que debería sustituir a Adolfo Suárez en la presidencia del gobierno tras su desconcertante dimisión irrevocable algunos días antes. Todos habían ido al II Congreso que UCD celebraba aquel fin de semana en Palma de Mallorca. Y de allí salió virtualmente elegido como presidente del gobierno Leopoldo Calvo-Sotelo Bustelo, con el intento de golpe de estado del 23-F de por medio.

En una época de normalidad, la ceremonia se abría adelantado o atrasado para permitir la estancia de todas aquellas personalidades ausentes, tal y como apuntó Sancho Rof en una carta que se leyó en su nombre. Pero el ministro prefirió no hacerlo y descartar otro aplazamiento "por el bien de Galicia".

La mañana estuvo apacible, a pesar de la fecha del calendario. Tras un paseo a lo largo del puente, autoridades e invitados se trasladaron hasta A Toxa, donde se celebró un almuerzo para festejar la efeméride y todo concluyó a media tarde.

Nadie quiso acordarse en sus discursos de la fecha de colocación de la primera piedra del puente de Rande el 17 de diciembre de 1973. Había pasado, por tanto, ocho años. Y tampoco ninguno de los intervinientes se esforzó en ponderar a Fernández de la Mora, el ministro franquista que había encauzado un proyecto tan complejo, incluso con la oposición del ministro de Hacienda, Monreal Luque.

Gonzalo Fernández de la Mora había sido igualmente unos años antes el padre del plan de accesos a Galicia, que marcó un antes y un después en sus comunicaciones con el resto del país. Aunque no estuvo entre los invitados a su estreno oficial, Fernández de la Mora vivió lo suficiente para ver finalizada aquella infraestructura emblemática, que llegó a publicitarse como "el primer puente atirantado del mundo".

Aquel 7 de febrero de 1981 nadie se atrevió a ponerle fecha a la conclusión de la A-9 en su totalidad; tal era la naturaleza de los conflictos abiertos en distintos lugares. Un hecho que no tuvo lugar hasta 2003; o sea veintidós años después.